sábado, 4 de septiembre de 2021

XXII SÁBADO DEL TIEMPO ORDINARIO. (Sábado 4 de septiembre de 2021).


Este relato que acabamos de escuchar es el segundo de los seis relatos evangélicos que nos muestra a Jesús realizando acciones liberadoras en día sábado. Recordemos que para la cultura judía el sábado era el día instituido por el Señor como el día del reposo. No se podía hacer nada. El pueblo de Israel se quedaba en su casa y no encendía ni el fuego. Asumían al pie de la letra el mandato del sábado como día de reposo y alabanza, mandato que el Señor había dicho por medio de Moisés al pueblo de Israel.

Pero Jesús va a introducir un nuevo orden, llevando a plenitud el precepto sabático con estas palabras: “El hijo del Hombre es Señor del sábado”.

A lo que los judíos habían transformado en literal, Jesús le va a dar su verdadero significado: San Marcos nos mostrará las palabras de Jesús frente a otro acontecimiento en día sábado: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”, así pues, “El hijo del hombre es Señor del sábado”.

El hecho de que los discípulos desgranaran unas espigas de trigo para comerlas y saciar el hambre, fue aprovechado por Jesús para dar significado a una ley que había perdido la originalidad. Ante el precepto de no poder curar en sábado, Jesús se presenta como el médico que cura el dolor físico y espiritual, y ante el hambre, Jesús se nos da como alimento. Para Jesús, por encima de cualquier norma, está la dignidad de la persona, Él busca la libertad del hombre, una libertad que debe conducirnos a práctica del amor verdadero.

¿Y tú? ¿Eres de los que se aferran a una ley insoportable, o, por el contrario, ¿Eres de los que comprenden y practican la misericordia de Dios?

Dios les bendiga.

Por Jesús Escalona.

XXII VIERNES DEL TIEMPO ORDINARIO (03 DE SEPTEIMBRE DE 2021)

“A VINO NUEVO, ODRES NUEVOS…” Lc 5, 38.

La frase que acabamos de escuchar supuso una novedad para la cultura judía, pero también un reto para la Iglesia incipiente y la Iglesia de hoy. Hemos escuchado en numerosas ocasiones las palabras que dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud”. (Mt 5, 17-19). Ya todos sabemos que la plenitud de la Ley no puede interpretarse sin el mandato del amor. Los fariseos y los escribas se aferraban al cumplimiento de la Ley, poniendo el acento en la letra, y no en el espíritu, pero Jesús introduce un nuevo concepto: las Bienaventuranzas, que unidas a las leyes del Antiguo Testamento hacen que vivíamos desde el amor incondicional, desde el amor gratuito y total…

Jesús nos trae un nuevo prototipo de vida: un mensaje marcado por el amor. Este mensaje exige un corazón nuevo… Ya nos los había prometido el Señor en el Cántico de Ezequiel: “Os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo”. Ez 36, 26.

No es fácil tocar estos temas en algunos sectores de nuestra Iglesia. “A vino nuevo, odres nuevos…” exige no caer en convencionalismos ni conveniencias. Es necesario una mirada a la realidad desde el Evangelio, marcada por la autenticidad en el amor, que permita que nuestra fe resista y se fortalezca.

Dios, tras la muerte y resurrección de su Hijo, ha hecho algo realmente nuevo en nosotros. El vino nuevo es la vida que triunfa sobre la muerte… generando alegría y esperanza en un mundo divido por la discordia y la enemistad. No se trata de volver a nacer, sino de convertir nuestro corazón, de modo que no desaparezca nuestro pasado, sino que lo viejo, lo añejo de nuestra vida, sirva de complemento para el burbujeante, abundante y embriagador vino nuevo que alegra el corazón… del nuevo cristiano… de la nueva Iglesia…

Por Jesús Escalona