Homilía
Queridos amigos,
Estamos en el segundo Domingo
del Tiempo de Navidad. A lo largo de estos días hemos estado reflexionando
sobre la Encarnación del Hijo de Dios. también hemos ido meditado sobre algunos
personajes que precedieron a Jesús, como su padre José, su madre María, su
prima Isabel, su primo Juan el Bautista, los pastores de Belén, etc. Personajes
que nos enseñan a vivir en el amor y la humildad.
Hoy, el evangelista san Juan nos
centra en Jesús, el Verbo hecho carne. Lo que en el principio era el Verbo,
Palabra por lo que todo fue hecho, hoy se nos hace carne, para que desde su
humanidad, podamos recobrar lo que con el pecado habíamos perdido. El Verbo
puede tomar la condición de Hombre Perfecto, porque Él es la Imagen Perfecta, el
modelo perfecto en quien Dios se fijó para crear al ser humano.
La presencia de Jesús entre
nosotros nos devuelve la identidad de personas y nos hace capaces de aspirar a los
bienes de arriba. Él es la Luz que ilumina nuestros pasos por el camino de la
vida, Él es quien va dando sentido a nuestra existencia. Sin la venida de Jesús
el hombre carecería de algo, de esa esperanza de que un día verá la gloria y
entrará a gozar de las alegrías eternas.
Queridos amigos, que nuestra
vida no esté al margen de esta realidad, que seamos personas capaces de
descubrir en Jesús la llamada que se nos hace a vivir en la fe, la esperanza y
el amor. Una fe adherida a Cristo, nuestro hermano y amigo, una esperanza
puesta en un Dios que nos puede salvar, y un amor que es capaz de transformarlo
y abarcarlo todo.
Damos gracias a Dios por su
deseo de querer salvarnos dándonos a su único Hijo. Que María, nuestra Madre,
nos ayude a descubrir el don maravilloso de sentirnos queridos por Dios, de
sentirnos acogidos por su amor y su misericordia infinita. Que así sea.
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