jueves, 31 de diciembre de 2015

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

Homilía

Queridos amigos,
Celebramos hoy la Fiesta de San María, Madre de Dios. ¿Cómo puede ser que una mujer pueda ser la Madre de Dios? ya este tema se debatía en el siglo II y III d.C., y fue en el Concilio de Éfeso del año 431, cuando la Iglesia proclamó Solemnemente como Dogma, que María es Madre de Dios.  
El Evangelio del próximo domingo nos hablará de Jesús como el Verbo echo carne. “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios”. Todas las cosas fueron hechas por Él y para Él. El hombre ha sido creado a Imagen y Semejanza del Hijo, de modo que al ser el “molde” de la humanidad es la Imagen perfecta; así, el Todopoderoso, puede entrar en el seno de una mujer preparada para ser su madre.
Jesús, el Verbo que estaba junto a Dios y es Dios, se hace uno como nosotros, Él es el Perfecto Hombre porque es Dios. Su Humanidad regenera nuestra humanidad herida por el pecado, de forma que nos justifica ante el Padre; gracias a su nacimiento la humanidad queda dividida en un antes y un después y, gracias al Bautismo, volvemos a ser lo que antes del pecado habíamos sido, pero ahora con un nuevo don, el ser hijos adoptivos de Dios, gracias al sacrificio de Cristo en la Cruz.
Queridos amigos, celebramos que María es Madre de Dios, pero también hemos de celebrar que es Madre nuestra, una madre que se desvive por nosotros, y que busca siempre el bien para la humanidad, porque su corazón no puede estar repleto más que de la bondad divina, a Ella de damos las gracias por darnos el mayor regalo que la humanidad pueda recibir, le decimos que estamos eternamente agradecidos y le pedimos que nos ayude a perseverar hasta el final, María, Madre de Dios, ruega por nosotros.

domingo, 27 de diciembre de 2015

SANTOS INOCENTES

Homilía

Queridos amigos,
Celebramos el día de los santos inocentes. El Evangelista San Mateo citando al profeta Jeremías, exclama: “Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven”.
Hoy Jesús sigue naciendo, y la persecución se sigue dando. Cada día muchas personas se levantan de noche para emprender, como la familia de Nazaret, un viaje que no tiene destino seguro. Muchos huyen de la guerra, del hambre, de la violencia, pero sobretodo, muchos huyen de la terrible persecución por el mero hecho de ser cristianos.
El testimonio de muchos hermanos nuestros, nos dejan desalentados. Con dolor escuchamos como muchos cristianos son ultrajados en oriente, muchos niños inocentes siguen muriendo por una persecución sin sentido. Hoy por hoy, no se puede comprender y mucho menos aceptar ninguna persecución, y menos, por causa de la fe.
Ayer celebrábamos el Día de la Familia, un día para recordar el maravilloso sentido de la vida. La familia tiene que ser la clave para construir el reino que Dios quiere. Unos padres, que fruto del amor infinito que se profesan, luchan por formar a los hijos que Dios les ha encomendado. Ayer contemplábamos a la Gran Familia de Nazaret, una familia santa, llena de la gracia divina, pero que, a pesar de la presencia de Dios en sus vidas, tampoco fue fácil enfrentar las contradicciones de la vida. Sus sentimientos de temor, desasosiego y desconcierto no le impiden cumplir el propósito divino, mantienen viva la esperanza de llevar adelante la obra del Padre.
En ese pequeño niño frágil, que es Jesús, está la esperanza de un mundo nuevo y distinto. El ejemplo de la familia de Nazaret nos debe animar a no rendirnos, a luchar hasta el final, porque sólo quien persevere hasta el final se salvará, sólo el que entrega la vida en este mundo, la gana para la vida eterna.
Al final, María contemplará a su hijo muerto en la cruz. Que duro para esta Santa Mujer ver a su hijo en una cruz, tantos años de sufrimiento, de persecuciones, de incomprensiones, para luego verle morir tan infamemente. Pero todo esto no termina allí. La muerte del Inocente se transforma en vida, su resurrección marca un antes y un después, de modo que se recupera esperanza y el anhelo de luchar por un mundo cada vez mejor. El premio de los que luchan hasta el final será grande. La recompensa del justo será bendita.
Pidamos a María, que nos de la valentía de perseverar hasta el final. Y así, un día logremos alcanzar el premio eterno. Que así sea.


lunes, 14 de diciembre de 2015

III MARTES DE ADVIENTO

Homilía
Queridos amigos,
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre? Lo que vale delante de Dios no son las apariencias, ni las buenas intenciones, sino la práctica de la justicia que Dios quiere. Nuestra vida ha de ser sincera ante Dios y ante los hermanos. Es la mejor forma de realizarnos como personas. 
Muchas personas llevan en su interior heridas que no han sido sanadas, muchas han tomado decisiones un poco contradictorias porque la sociedad no les ha dado las herramientas para un mejor porvenir. Cuantas veces nos ha llamado la atención personas que nunca están en la Iglesia, pero tienen una fe inquebrantable. Un respeto admirable por las cosas buenas y santas.
Conocemos a muchas personas que llevan en su vida un calvario: alcohólicos, drogadictos, prostitutas… pero su condición no les aleja de Dios, al contrario, se aferran más a Él para que les ayude y les de fuerzas de seguir adelante. Se esfuerzan por luchar por el bien común y entre ellos se apoyan unos con otros. Estos también son los pobres del Evangelio, aquellos que muchas veces nos enseñan que nuestros problemas son insignificantes comparados con los de otros. Estos son los que nos llevan una delantera en el reino de los cielos.
Ante el testimonio del Papa Francisco, son muchos los que se han convertido y han regresado a casa. Seguramente fue lo que pasó con los publicanos y las prostitutas del Evangelio, fueron las palabras de Juan el Bautista, las que les motivó a emprender un camino nuevo, a encontrarse nuevamente con Dios, a luchar por salir del estado en la que se encontraban. Fue sobre todo, el testimonio de Jesús el que marcó la vida de muchas personas.
Queridos amigos, como cristianos, no podemos quedarnos estáticos ante las palabras de Jesús, ellas deben producir en nosotros un efecto renovador. Su vida debe transformar la nuestra. Que nuestra actitud sea siempre la de un hijo que diga si y cumpla la voluntad de Dios, o que ante la respuesta negativa, experimentemos el arrepentimiento y volvamos a Dios.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

II MIÉRCOLES DE ADVIENTO

Homilía

Queridos amigos,
En el evangelio de hoy, Jesús se nos muestra como el consolador. Él es el medico de nuestra vida, Él es nuestro hermano fiel que nos protege ante las asechanzas de mal. Él es el hermano que nos abraza y nos anima a seguir adelante en medio de las dificultades.
Nuestra vida está llena de problemas, de dificultades que no podemos resolver con nuestras solas fuerzas. Tenemos heridas profundas difíciles de sanar. Tenemos historias pasadas que nos hacen mucho daño y no logramos olvidar. Hay personas que nos han hecho daño y que siguen presenten en nuestros pensamientos, esta es una herida difícil de cicatrizar.
“Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” nos dice Jesús. Jesús quiere quitarnos la carga que llevamos encima pero siempre que nosotros nos dejemos ayudar. Se trata de aprender de ella, de superarla con nuestras propias fuerzas guiados de su mano. Se trata de cargar con su yugo y aprender de Él, que es manso y humilde de corazón.
En definitiva se trata de salir de nuestro ego para que se produzca el encuentro con el otro, se trata de alimentar mi vida con el amor de Dios.
Jesús cada día busca consolarnos, aliviarnos, curarnos. Él conoce nuestra condición, sabe lo mucho que luchamos para ser fieles en su seguimiento. Él sabe que no es fácil, por eso quiere que le abramos nuestro corazón, nuestra vida y estemos dispuesto a dejarnos abrazar por Él.
Queridos amigos, el abrazo de Jesús transforma nuestra existencia. Que en este año de la Misericordia, que hemos comenzado ayer, nos dejemos abrazar por la ternura de un Dios que quiere lo mejor para nosotros.  

viernes, 4 de diciembre de 2015

I VIERNES DE ADVIENTO

Homilía

Queridos amigos,
El clamor de dos ciegos a Jesús lleva consigo la fe. Clamamos a Dios porque creemos que Él nos puede sanar. Pedimos a Dios porque tenemos la certeza de que Él nos puede conceder lo que le pidamos.
En este tiempo de Adviento necesitamos ver. Necesitamos colocar la mirada más allá de todo aquello que está a nuestro alrededor. Necesitamos detenernos para contemplar las necesidades del otro, necesitamos detenernos para dirigir la mirada hacia nuestro interior.
Ante esta realidad, pueden surgir alguna objeción: “No tengo tiempo”. Sacar un espacio de mi tiempo para reencontrarme conmigo mismo, con los demás y con Dios no es una pérdida de tiempo. Al contrario, es una ganancia, se trata de recuperar aquel ideal de vida que durante el año hemos ido olvidando.
Hoy leemos cómo dos ciegos son los que se acercan a Jesús. Acercarnos a Jesús ya es un paso importante, pero pedirle que nos deje ver es mucho más importante. Esto es lo que como cristianos debemos hacer, acercarnos a Dios para que nos limpie de cualquier ceguera existencial, que nos abra los ojos para no vivir en tinieblas.
El 8 de diciembre daremos comienzo a un año precioso, el año de la misericordia, un año en donde se nos invita a limpiar nuestra ceguera con el Sacramento de Reconciliación. Qué bueno sería que hiciéramos un examen de conciencia profundo y acudiéramos a este sacramento, para que el Señor nos libere de todo aquello que no nos deja mirar con claridad.

I JUEVES DE ADVIENTO

Homilía

Queridos amigos,
El requisito que escuchamos en el Evangelio para entrar en el reino de Dios es cumplir su voluntad. Quien cumple la voluntad de Dios es un hombre prudente que construye sobre roca firme.
¿Qué es cumplir la voluntad de Dios? ¿Cómo entendemos la voluntad de Dios en nuestras vidas? Si hacemos un repaso por los mandamientos de la Ley de Dios nos daremos cuenta de que los mandamientos de la ley del Señor, más que inscritos en las piedras de Moisés, están impresos en nuestro corazón. Es allí donde encontramos la clave para cumplir la voluntad de Dios.
Nuestra propia conciencia nos dice que es lo que debemos hacer para estar bien con Dios, con el prójimo y conmigo mismo. Cimentar sobre roca es tener una conciencia tranquila, libre, capaz de amar sin distinción, sabiendo que Dios está presente en mi vida y en la vida de los demás.

Las palabras de Jesús son para nosotros invitación a la reflexión,  fuerza renovadora e impulso misionero. Quien lo vive de esta forma descubre en lo más profundo de su ser el sentido original de la vida, la vocación a la que estamos llamados y la meta a la que aspiramos.
Ser conscientes de esto no es fácil si vivimos una vida aislada, independiente, una vida a mi manera. Eso no lo quiere Dios, su voluntad es que vivamos como hermanos, que nos abracemos a sus palabras y que caminemos como hermanos. No es que Dios quiera imponer esto a hombre, sino que sabe, como familia trinitaria que es, que sólo el caminar juntos será lo que construya al hombre en su ser original.
Queridos amigos, que nuestra voluntad sea siempre la del Padre, que sepamos reconocer a lo largo de nuestra vida lo que Dios quiere para nosotros, de forma que seamos capaces de llegar la plenitud de la vida, el reino de Dios.

martes, 1 de diciembre de 2015

I MIÉRCOLES DE ADVIENTO

Homilía

Siete panes y unos pocos peces son suficientes para que el Señor nos alimente. Todos los que estamos aquí, acudimos al Señor para que cure nuestras enfermedades, para que sane nuestros corazones lastimados por el pecado. Venimos a Él porque sabemos que puede sanar nuestras heridas tanto físicas como espirituales.
Pero Jesús no busca darnos sólo la salud física o la paz interior. Él quiere algo más. “Me da lástima de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer”. Jesús quiere darnos de comer, el alimento es fundamental en el reino de Dios. Cuando expresamos el Padrenuestro, pedimos al Señor que nos dé el pan de cada día. Cuando el hijo prodigo regresa a casa, lo primero que hace el padre es prepararle un banquete y darle de comer.
En torno a una mesa nos sentamos para compartir una comida con nuestra familia, con los amigos. Generalmente es entorno a una mesa donde manifestamos la alegría de volver a estar juntos, de reencontrarnos.
Jesús en torno a una mesa y reunido con sus discípulos nos manifiesta el alimento del amor. La Eucaristía, su mismísimo Cuerpo y su mismísima Sangre. Es allí, en torno a una mesa donde Jesús quiere alimentarnos con el Pan de vida, Aquel Pan bajado del cielo. Este es auténtico Maná que no perece nunca jamás.
Este es el alimento que nos llena y nos da fuerzas para seguir luchando en este mundo. Este es el alimento que no nos deja morir, sino que nos da vida. Este es el alimento que nos da la salvación.
Queridos hermanos, Jesús se nos da como alimento en la Eucaristía, Él quiere que nos alimentemos de su Cuerpo y de su Sangre, Él quiere que le recibamos para que podamos disfrutar un día de la gloria de la vida.

I MARTES DE ADVIENTO

Homilía

Queridos amigos,
¿Qué nos hace exclamar el Espíritu Santo? Para el evangelista, en Jesús una acción de gracias. Jesús, lleno del Espíritu Santo da gracias al Padre porque ha escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos y las ha revelado a la gente sencilla.
¿Qué cosas ha revelado Dios a la gente sencilla? Podríamos decir muchas cosas, pero lo que Dios ha revelado a los pobres y humildes de corazón es su reino. Un reino revelado en Jesucristo, un reino de amor, de ternura, de misericordia.
El corazón del arrogante es avaro, lleno de envidias, de egoísmos, de odios, de tacañerías, de ofensas. Un corazón marcado por la avaricia y el deseo de estar por encima de los demás, no puede descubrir el reino de Dios, a menos que se convierta de corazón. Sólo los corazones limpios verán la gloria del Padre.
El reino de Dios es el reino del Padre, y por tanto el reino del Hijo. Basta mirar al Hijo para comprender el significado del reino divino. Sus acciones revelan la fuerza indescriptible del amor, sus obras son para nosotros manifestación de que el reino de Dios ya está entre nosotros: los ciegos ven, los sordos escuchan, los mudos hablan, los paralíticos caminan, los pecadores son perdonados. Este es el Mesías, el esperado, este es el que ha de venir.
Cuantas gracias debemos dar a Dios porque podemos ver lo que muchos desearon y no pudieron. Cuantas alabazas debemos expresar a Dios por las maravillas de su amor, por manifestarnos a su Hijo, el Redentor de la humanidad.

Queridos amigos, que en este día manifestemos acciones de gracias a Dios por las maravillas de la creación, por habernos creado a imagen de su Hijo, por habernos rescatado de las tinieblas del pecado, que nos conducen a la muerte definitiva.