El clamor de dos ciegos a
Jesús lleva consigo la fe. Clamamos a Dios porque creemos que Él nos puede
sanar. Pedimos a Dios porque tenemos la certeza de que Él nos puede conceder lo
que le pidamos.
En este tiempo de Adviento
necesitamos ver. Necesitamos colocar la mirada más allá de todo aquello que
está a nuestro alrededor. Necesitamos detenernos para contemplar las necesidades
del otro, necesitamos detenernos para dirigir la mirada hacia nuestro interior.
Ante esta realidad, pueden
surgir alguna objeción: “No tengo tiempo”. Sacar un espacio de mi tiempo para
reencontrarme conmigo mismo, con los demás y con Dios no es una pérdida de
tiempo. Al contrario, es una ganancia, se trata de recuperar aquel ideal de
vida que durante el año hemos ido olvidando.
Hoy leemos cómo dos ciegos son
los que se acercan a Jesús. Acercarnos a Jesús ya es un paso importante, pero
pedirle que nos deje ver es mucho más importante. Esto es lo que como
cristianos debemos hacer, acercarnos a Dios para que nos limpie de cualquier
ceguera existencial, que nos abra los ojos para no vivir en tinieblas.
El 8 de diciembre daremos comienzo
a un año precioso, el año de la misericordia, un año en donde se nos invita a
limpiar nuestra ceguera con el Sacramento de Reconciliación. Qué bueno sería
que hiciéramos un examen de conciencia profundo y acudiéramos a este
sacramento, para que el Señor nos libere de todo aquello que no nos deja mirar
con claridad.
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