Celebramos el
día de San Juan de Ávila, patrón de los sacerdotes, su semilla, su único tesoro, era su palabra, una palabra saturada
de meditación bíblica y caldeada en la oración, de la que salía “templado” para
subir al púlpito. Predicó en ocasiones solemnes y en catedrales, y mucho más en
templos rurales y en plazas. Sus sermones son ricos en doctrina, y al mismo
tiempo, realistas y acomodados al pueblo que le escucha.
Hoy escuchamos,
como Pablo es testigo de ese Evangelio Vivo, que es Jesucristo. Es importante
resaltar la conciencia que tanto Jesús, como Pablo tienen de llegar a la meta.
Pablo manifiesta que el anuncio del Evangelio lleva consigo cadenas y
tribulaciones, pero a Él no le importa su vida, sino completar la carrera y
consumar el ministerio que recibió del Señor. Se trata de servir al Señor con
humildad y lágrimas en medio de las dificultades, teniendo presente que lo
importante es anunciar el plan de Dios a todos los hombres.
En el Evangelio,
Jesús revela el deseo que tiene con todos los hombres: la salvación. Por eso,
sube al Padre para interceder por nosotros,
porque conoce que aunque nos haya revelado la verdad, el mundo no deja
de obnubilar nuestra conciencia.
Como cristianos,
estamos llamados a conocer la Verdad. “Esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo”. Conocer a
Dios es la razón fundamental por la que anhelamos la vida eterna y por la que
evangelizamos. Se trata de llegar al conocimiento pleno de la Verdad. Así,
quien vive en la verdad, vive en el amor.
Queridos hermanos,
Jesús nos ha revelado la Verdad. Él es la verdad, el camino que nos conduce al
Padre. Quien vive en la verdad vive en el amor. Su ley ya no es ley humana sino
ley de Dios, es ley de amor. Que vivamos este día en acción de gracias por
habernos dado a conocer la verdad en su Hijo Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario