miércoles, 23 de marzo de 2016

JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR

Queridos hermanos,

Con esta Eucaristía damos comienzo al Triduo Pascual, en ella se evoca aquella Cena en la cual el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, “sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amando a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1). Es allí, en la Última Cena con sus discípulos donde se instituye el Sacramento de la Eucaristía. San Pablo en la Primera Carta a los Corintios nos dice: “…yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he trasmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunció la acción de gracias… lo mismo hizo con el cáliz” (1Co 23, 25). Este texto nos demuestra que la primera comunidad cristiana ya celebraba la petición de Jesús: “haced esto en memoria mía”. San Pablo termina diciendo: “Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva” (1Co 11, 26).
La institución de la Eucaristía lleva consigo la institución del Ministerio Sacerdotal. Jesús, el Sumo Sacerdote por excelencia, hace partícipe a sus discípulos de su ministerio, para que vayan por el mundo llevando el Alimento que perdura para la vida eterna: su Cuerpo y su Sangre, Pan de vida eterna y Cáliz de eterna salvación.
Ser sus ministros es ser sus servidores. Pero los servidores de Jesús son, a la vez, servidores del pueblo que le es encomendado. No son enviados para ser servidos, sino para servir. Jesús, mientras cenaba con sus discípulos, “…sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarle los pies a los discípulos…” (Jn 13, 3-4).
Este gesto singular, tiene una doble interpretación:
·        Por un lado la actitud humilde de servicio que cada uno de nosotros debemos tener; Jesús pregunta: “¿comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn 13, 13-14).
·        Por otro lado, es signo de la entrega de Jesús a la muerte, que se manifestara plenamente en la Cruz, expresión máxima del amor de Dios para con los hombres.
Queridos hermanos: ser sacerdote del Señor es ser expresión de su humildad. Nuestra llamada es a ejercer una autoridad desde el servicio y la caridad. La Eucaristía es garantía de ese amor; por eso, quien coma de ese pan no tendrá nunca más hambre. Ser sacerdote del Señor es ser “otro Cristo”, que se entrega diariamente en favor los hermanos. Debemos ser conscientes de que es un ministerio que supone sacrificio, entrega. Santa Teresa de Jesús decía: “Quien de verdad comienza a servir al Señor, lo menos que le puede ofrecer es la vida”.

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