viernes, 30 de octubre de 2015

XXX SÁBADO DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía


“Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. ¿Qué ganamos con la arrogancia de creernos superiores a los demás? ¿Acaso ese deseo de figurar no será producto de una frustración? ¿Queremos aparentar algo que no somos? ¿Me siendo feliz?

Qué bonito es encontrarse con personas humildes, que nunca van alardeando de su sabiduría, que se diferencian por su espíritu de servicio y de caridad. Creernos superiores no nos conduce a nada, al contrario, hace que la gente se aleje de nosotros. Jesús con sus palabras y gestos nos enseña que el importante es el que se sienta de último, el que está dispuesto siempre a servir. Son estas las personas las que realmente nos marcan la vida.

Este deseo de figurar, de pretender siempre los mejores puestos, puede estar determinado por una serie de factores. Normalmente queremos proyectar lo que nunca hemos sido, y que creemos nos haría felices. Creernos importantes y no ser felices no es lo mismo que sentirnos felices para ser importantes. La felicidad consiste en aceptarse tal y como es, con sus defectos y virtudes, con sus tristezas y sus alegrías, aceptarse con sus más y sus menos. No hay nada más hermoso que ver a una persona que con lo mucho o lo poco que pueda tener es feliz. Porque su satisfacción no está en las cosas materiales sino en lo que hay en su corazón.

Queridos amigos, no se trata de aparentar lo que no somos, se trata de ser como somos. De vivir enamorados de la vida. De ser capaces de hacer el bien sin esperar nada a cambio. Jesús con su humanidad nos permite descubrir la profundidad del ser humano, su belleza interna y su capacidad apertura al otro.

No buscamos otra cosa que ser felices, si cumplimos este requisito ya nos podemos dar por satisfechos, pues es lo que Dios quiere. Personas que vivan la alegría que nace del encuentro con un Amor, Jesucristo nuestro Señor.  

Que en este día abramos nuestro corazón para que el Señor limpie aquellas cosas que no nos dejan ser felices.

jueves, 29 de octubre de 2015

XXX VIERNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,  nunca olvidemos que lo más importante es la Ley del amor. Si este precepto se tiene en cuenta a la hora de juzgar desde la ley humana, estaremos obrando como Dios quiere. Una ley que no esté bajo la Ley del amor jamás juzgará rectamente.

¿Es lícito curar en sábado, o no? Es la pregunta de Jesús ante quienes le espiaban. La ley se hizo para el hombre, no el hombre para la ley. Si pensamos lo contrario es que probablemente estamos perdiendo nuestra razón antropológica. Nos aterra escuchar noticias, el mundo parece que ha perdido la humanidad. Hablamos de la inversión de valores, y es verdad, preferimos antes salvar un animal a salvar una persona.

Cuando una persona se hace esclavo de la ley se creé dueño y poseedor de la verdad. Pero cuando está abierta al amor, la Verdad que es Jesús le hace libre. Este bello concepto nos permite descubrir lo fundamental en la vida para ser felices.  

Es importante tener presente que la ley está hecha para cumplirla, no podemos construir una sociedad si no existe una serie de normas que busquen el bien común; por tanto, la ley es buena con tal que proteja valores auténticos, libere de subjetivismos arbitrarios y ayude a las personas en su humana debilidad.

Me llama la atención que en este pasaje, como en otros tantos, los fariseos y maestros de la ley optan por no decir nada. Guardar silencio; Jesús guardó silencio ante las preguntas de Pilato. Entonces, ¿qué hay de malo en la actitud que toman estos hombres? Está claro que la intención era pescarle en cuanto cometiera un error. Esta supuesta cautela encierra en sí misma la actitud presuntuosa de quien cree que lo sabe ya todo y mira a las personas a través de sus prejuicios, dispuesta a pillarla si se equivoca. Esta actitud no nos permite relacionarnos bien con el otro, ya que con frecuencia juzgamos al prójimo sin conocerle.

Pidamos al Señor, nos ayude a amar con sincero corazón y descubrir en las leyes humanas los valores para construir un mundo más humano. Que así sea.

miércoles, 28 de octubre de 2015

XXX JUEVES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos hermanos, seguramente hemos conocido o conocemos personas que llevan una vida inestable. Hoy están aquí, mañana no sabemos. Esto sería como ir por el mundo sin rumbo. Muchos piensan que sería mejor si cambiáramos de ciudad o de trabajo, las cosas irían mejor, tal vez los problemas fueran menos complicados.

Jesús desea que seamos personas estables, capaces de vivir una vida equilibrada. En el pasaje evangélico escuchamos como un fariseo se acerca a Jesús y le pide que se marche. La razón es que Herodes quiere matarle. Esta afirmación no sabemos hasta qué punto es verdadera, pues en otro pasaje de la Escritura encontramos como Herodes buscaba encontrarse con Jesús para ver un milagro suyo.

Lo importante de todo esto es la actitud de Jesús. No tiene miedo a enfrentar su propia realidad, conoce su misión y quiere llevarla hasta el final. Aquí de lo que se trata es de ser perseverantes y no, de rendirnos a la primera. Esta tentación la podemos tener constantemente. Ante aquello que no nos gusta, ante el temor de “el qué dirán” preferimos engañarnos a nosotros mismos, pensando que lo mejor será huir del problema y dejar las cosas tal y como están. Lo mejor será no complicarnos la vida.

Esta no puede ser la actitud cristiana. Cristo con su ejemplo nos enseña que hay que ser coherentes y responsables con las tareas que asumimos. Las palabras del fariseo encierran en el fondo otra intención: “Márchate de aquí…”; o mejor dicho: “Señor, lo mejor es que dejas las cosas tal y como están, así como vivimos en medio del pecado estamos bien; no queremos que cure nuestras heridas, ya estamos acostumbrados a ello”.

“Márchate de aquí…”, márchate porque nos complicas las cosas; márchate, ya mañana veremos lo que haremos. ¿Esto es lo que queremos en nuestra vida? ¿Nos sentimos bien así? ¿Seguro? 

Que María Santísima nos ayude a ser perseverantes en el camino de la vida, siendo fieles a las responsabilidades que nuestra vocación nos exige. Amén.


martes, 27 de octubre de 2015

FIESTA DE SAN SIMÓN Y SAN JUDAS, APÓSTOLES (28 DE OCTUBRE)

Homilía 

Queridos amigos, celebramos la fiesta de los Apóstoles Simón y Judas. La antigua tradición nos cuenta de estos santos que siempre iban juntos llevando el Evangelio. Los dos fueron llamados por Jesús para ser parte del grupo de los doce discípulos. Ambos son testigos de numerosos acontecimientos de la vida de Cristo. También se nos dice que a San Simón lo mataron cortándolo por medio  y, a San Judas Tadeo, cortándole la cabeza de un hachazo.

El testimonio de estos dos hombres nos hace reflexionar sobre nuestro seguimiento a Cristo. ¿Qué les llevó a dar la vida por Él? El hecho de la Resurrección es una de las fuerzas que les impulsó a entregar la vida por Jesucristo hasta el martirio. También, la fuerza del Espíritu derramada en Pentecostés, sin duda alguna, ha sido el principal motor de arranque en el anuncio del Reino.

El Evangelio que hoy leemos es el preludio del Sermón de la llanura. San Lucas nos muestra los pasos que Jesús da antes de enviarnos a la misión. El primero de ellos es la oración. Jesús antes de hacer la elección va al monte a orar. Quiere entrar en diálogo con su Padre, quiere hablar de los hombres que ha pensado como sus más inmediatos colaboradores. No se trata de una oración cualquiera, el texto nos dice que Jesús oro toda la noche. Sería bueno preguntarnos cuanto tiempo dedico para hablar con Dios al momento de tomar una decisión.

En segundo lugar, “cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles”. Aquel acontecimiento histórico –la elección de los apóstoles- marcará un antes y un después en la vida de cada uno de ellos. A partir de ese momento ya no serán sus palabras, ni sus acciones, sino las palabras y las acciones de Cristo las que les mueva por el mundo.

Finalmente, esta llamada de Jesús nos envía a la misión. ¡Que gran regalo! Se trata de un don inmerecido de Dios que lo llevamos en vasijas de barro. Ser sus discípulos para llevar la Buena Noticia a los que sufren, los abatidos, los pobres, los marginados, los presos, los enfermos, los niños, los ancianos, los más vulnerables.

Jesús sabe de qué estamos hechos, conoce nuestra debilidad, y aún con todo, habla con el Padre porque quiere confiarnos una misión, llevar la alegría de la Salvación hasta los confines de la tierra. Está llamada no es para un grupo determinado, sino para todo cristiano.

Queridos amigos, que el testimonio de estos santos, renueve en nosotros la ilusión de vivir entregados al Evangelio. Que María, la que llevó en su seno el Evangelio viviente, interceda por nosotros para que demos testimonio con nuestras palabras y obras, que Jesús es el Señor.

XXX MARTES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos, muchas personas se preguntan por el reino de Dios. ¿Ha llegado a nosotros? ¿Está entre nosotros? No es fácil reconocer el reino de Dios entre nosotros, pero lo cierto es que el reino ha llegado, se trata de un reino de amor, de compasión, de misericordia, de paz…

Si el reino está entre nosotros, ¿por qué tanta injusticia? Esta puede ser la pregunta de muchos cristianos. Con la venida de Cristo, el reino queda instaurado en la tierra, ahora somos nosotros los responsables de seguir construyéndolo. Somos sus colaboradores más inmediatos, somos sus manos. Como bautizados tenemos una responsabilidad, y es que en medio de este mundo dividido, somos portadores de la llama del amor. Esa Luz que es Cristo resplandece en nuestros corazones para que iluminemos a los que viven en tinieblas.

El reino de Dios  va creciendo, está en nuestros corazones. Lo vemos reflejado en lo que para nosotros es contradictorio: lo descubrimos en las personas humildes y sencillas que con su vida nos dan un gran ejemplo, está presente en los niños que con su mirada nos alientan a seguir adelante, en los jóvenes que mantienen la ilusión de un mejor porvenir, en las personas que luchan día a día por llevar el pan a su casa, en los ancianos que sonríen a la vida porque han cumplido su misión. 

Cada uno de nosotros vamos construyendo con nuestro pequeño granito de arena el reino que Dios quiere. No se trata de hacer grandes proyectos que transformen las estructuras, sino de ir poco a poco sembrando el Mensaje de Salvación. Nos ha de confortar el proverbio que cita Jesús: “uno siembra y otro ciega”. Es decir, cada uno va ayudando a construir el reino de Dios, unos desde la oración, otros desde el canto, otros desde el servicio de la Palabra, otros como ministros de los sacramentos, etc. Cada uno con los dones y carismas que recibido de Dios.

Qué curioso, Jesús compara el reino con un minúsculo grano de mostaza; esto, aunque no lo parezca, es una comparación alentadora, ese pequeño grano debe caer en tierra y morir para luego transformarse en un árbol gigantesco… la Iglesia. Otra imagen que utiliza Jesús es la de la levadura, que mezclada con la harina produce una fuerza interior capaz de transformarlo todo, invirtiendo los valores del mundo.

Aunque no lo veamos, el reino va creciendo. Lamentablemente lo bueno ya no es noticia, los medios de comunicación nos bombardean con todo lo malo que hay en el mundo.

Queridos amigos, no debemos perder la esperanza ya que tenemos a Alguien que gobierna con sabiduría y amor, Jesucristo nuestro Rey y Señor.

lunes, 26 de octubre de 2015

XXX LUNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos, que hermoso el Evangelio de hoy. Una mujer que estaba desde hacía 18 años enferma por causa de un espíritu  es sanada por Jesús. A diferencia de otros pasajes de la Escritura, no es el enfermo el que pide ser sanado. En este pasaje es Jesús quien toma la iniciativa. Dice el Evangelio que al verla Jesús la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad”.

Jesús toma la iniciativa de querer salvarnos, por eso ha venido a este mundo, para que con su vida tengamos vida. Él quiere liberarnos de aquello que nos impide ser felices, de aquello que no nos permite caminar en libertad. Él quiere que le amemos con un corazón sincero, desprendido, capaz de amar sin prejuicios. Es la mejor ofrenda que podemos hacer la Padre, un corazón limpio, comprensivo.

“Mujer, quedas libre de tu enfermedad”. Este es el regalo que Dios nos hace: sanar nuestro corazón para que le podamos ser felices. Cuantas personas a lo largo de su vida cargan con una enfermedad que les lleva a una muerte lenta y dolorosa. El egoísmo, la envidia, el deseo de poder… son muchas las enfermedades que nos abruman y que nos impide ser personas.

“Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha”. Jesús quiere devolvernos la dignidad de personas. Quiere que volvamos a la esencia de nuestra vida: glorificar a Dios, como lo hacía esta mujer luego de ser enderezada. Glorificar a Dios en todo lo que hacemos, con nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras obras. La glorificación de Dios que empieza por el quererse a uno mismo; es decir, por no perder la imagen
de Dios que hay en nosotros, para que así podamos entregarnos a nuestros hermanos. Amar desde la libertad para que podamos entregarnos sin límites a los que sufren, de esta forma damos gloria a nuestro Padre, que nos ha creado.

Que María, nuestra madre, nos ayude a tener un corazón puro como el suyo. Que interceda por medio del Hijo ante el Padre, para que pase sanando nuestros corazones afligidos, nos libere de toda enfermedad y nos haga dóciles al mensaje que Él nos quiere transmitir.