Homilía
Queridos amigos, muchas personas se preguntan por el reino
de Dios. ¿Ha llegado a nosotros? ¿Está entre nosotros? No es fácil reconocer el
reino de Dios entre nosotros, pero lo cierto es que el reino ha llegado, se
trata de un reino de amor, de compasión, de misericordia, de paz…
Si el reino está entre nosotros, ¿por qué tanta injusticia?
Esta puede ser la pregunta de muchos cristianos. Con la venida de Cristo, el
reino queda instaurado en la tierra, ahora somos nosotros los responsables
de seguir construyéndolo. Somos sus colaboradores más inmediatos, somos sus
manos. Como bautizados tenemos una responsabilidad, y es que en medio de este mundo
dividido, somos portadores de la llama del amor. Esa Luz que es Cristo
resplandece en nuestros corazones para que iluminemos a los que viven en
tinieblas.
El reino de Dios va
creciendo, está en nuestros corazones. Lo vemos reflejado en lo que para nosotros
es contradictorio: lo descubrimos en las personas humildes y sencillas que con
su vida nos dan un gran ejemplo, está presente en los niños que con su mirada
nos alientan a seguir adelante, en los jóvenes que mantienen la ilusión de un
mejor porvenir, en las personas que luchan día a día por llevar el pan a su
casa, en los ancianos que sonríen a la vida porque han cumplido su misión.
Cada uno de nosotros vamos construyendo con nuestro pequeño
granito de arena el reino que Dios quiere. No se trata de hacer grandes
proyectos que transformen las estructuras, sino de ir poco a poco sembrando el
Mensaje de Salvación. Nos ha de confortar el proverbio que cita Jesús: “uno
siembra y otro ciega”. Es decir, cada uno va ayudando a construir el reino de
Dios, unos desde la oración, otros desde el canto, otros desde el servicio de
la Palabra, otros como ministros de los sacramentos, etc. Cada uno con los
dones y carismas que recibido de Dios.
Qué curioso, Jesús compara el reino con un minúsculo grano
de mostaza; esto, aunque no lo parezca, es una comparación alentadora, ese
pequeño grano debe caer en tierra y morir para luego transformarse en un árbol
gigantesco… la Iglesia. Otra imagen que utiliza Jesús es la de la levadura, que
mezclada con la harina produce una fuerza interior capaz de transformarlo todo,
invirtiendo los valores del mundo.
Aunque no lo veamos, el reino va creciendo. Lamentablemente
lo bueno ya no es noticia, los medios de comunicación nos bombardean con todo
lo malo que hay en el mundo.
Queridos amigos, no debemos perder la esperanza ya que
tenemos a Alguien que gobierna con sabiduría y amor, Jesucristo nuestro Rey y
Señor.
Rom 8, 18-21. La
creación, expectante, está expectante, está aguardando la plena manifestación
de los hijos de Dios.
Sal 125. R/. El
Señor ha estado grande con nosotros.
Lc 13, 18-21.
Crece el grano y se hace un arbusto.
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