Homilía
Queridos hermanos, seguramente hemos conocido o conocemos
personas que llevan una vida inestable. Hoy están aquí, mañana no sabemos. Esto
sería como ir por el mundo sin rumbo. Muchos piensan que sería mejor si cambiáramos
de ciudad o de trabajo, las cosas irían mejor, tal vez los problemas fueran
menos complicados.
Jesús desea que seamos personas estables, capaces de vivir
una vida equilibrada. En el pasaje evangélico escuchamos como un fariseo se
acerca a Jesús y le pide que se marche. La razón es que Herodes quiere matarle.
Esta afirmación no sabemos hasta qué punto es verdadera, pues en otro
pasaje de la Escritura encontramos como Herodes buscaba encontrarse con Jesús
para ver un milagro suyo.
Lo importante de todo esto es la actitud de Jesús. No tiene
miedo a enfrentar su propia realidad, conoce su misión y quiere llevarla hasta
el final. Aquí de lo que se trata es de ser perseverantes y no, de rendirnos a
la primera. Esta tentación la podemos tener constantemente. Ante aquello que no
nos gusta, ante el temor de “el qué dirán” preferimos engañarnos a nosotros mismos, pensando que lo mejor será huir del problema y dejar las cosas tal y
como están. Lo mejor será no complicarnos la vida.
Esta no puede ser la actitud cristiana. Cristo con su ejemplo
nos enseña que hay que ser coherentes y responsables con las tareas que
asumimos. Las palabras del fariseo encierran en el fondo otra intención: “Márchate
de aquí…”; o mejor dicho: “Señor, lo mejor es que dejas las cosas tal y como
están, así como vivimos en medio del pecado estamos bien; no queremos que cure
nuestras heridas, ya estamos acostumbrados a ello”.
“Márchate de aquí…”, márchate porque nos complicas las cosas;
márchate, ya mañana veremos lo que haremos. ¿Esto es lo que queremos en nuestra
vida? ¿Nos sentimos bien así? ¿Seguro?
Que María Santísima nos ayude a ser perseverantes en el camino
de la vida, siendo fieles a las responsabilidades que nuestra vocación nos
exige. Amén.
Rom 8, 31b-39. Ninguna
criatura podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo.
Sal 108. R/. Sálvame,
señor, por tu bondad.
Lc 13, 31-35. No cabe
que un profeta muera fuera de Jerusalén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario