Homilía
Queridos amigos, celebramos la fiesta de los Apóstoles Simón
y Judas. La antigua tradición nos cuenta de estos santos que siempre iban juntos
llevando el Evangelio. Los dos fueron llamados por Jesús para ser parte del
grupo de los doce discípulos. Ambos son testigos de numerosos acontecimientos de
la vida de Cristo. También se nos dice que a San Simón lo mataron cortándolo
por medio y, a San Judas Tadeo,
cortándole la cabeza de un hachazo.
El testimonio de estos dos hombres nos hace reflexionar
sobre nuestro seguimiento a Cristo. ¿Qué les llevó a dar la vida por Él? El hecho de la Resurrección es una de las fuerzas que les impulsó a entregar la vida
por Jesucristo hasta el martirio. También, la fuerza del Espíritu derramada en Pentecostés,
sin duda alguna, ha sido el principal motor de arranque en el anuncio del
Reino.
El Evangelio que hoy leemos es el preludio del Sermón de la
llanura. San Lucas nos muestra los pasos que Jesús da antes de enviarnos a la
misión. El primero de ellos es la oración. Jesús antes de hacer la elección va
al monte a orar. Quiere entrar en diálogo con su Padre, quiere hablar de
los hombres que ha pensado como sus más inmediatos colaboradores. No se trata
de una oración cualquiera, el texto nos dice que Jesús oro toda la noche. Sería
bueno preguntarnos cuanto tiempo dedico para hablar con Dios al momento de
tomar una decisión.
En segundo lugar, “cuando
se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los
que también nombró apóstoles”. Aquel acontecimiento histórico –la elección de
los apóstoles- marcará un antes y un después en la vida de cada uno de ellos. A
partir de ese momento ya no serán sus palabras, ni sus
acciones, sino las palabras y las acciones de Cristo las que les mueva por el
mundo.
Finalmente, esta llamada de Jesús nos envía a la misión. ¡Que
gran regalo! Se trata de un don inmerecido de Dios que lo llevamos en vasijas de barro. Ser sus
discípulos para llevar la Buena Noticia a los que sufren, los abatidos, los
pobres, los marginados, los presos, los enfermos, los niños, los ancianos, los más
vulnerables.
Jesús sabe de qué estamos hechos, conoce nuestra debilidad,
y aún con todo, habla con el Padre porque quiere confiarnos una misión, llevar la alegría de la Salvación hasta los confines de la tierra. Está llamada no es para un grupo determinado, sino para todo cristiano.
Queridos amigos, que el testimonio de estos santos, renueve
en nosotros la ilusión de vivir entregados al Evangelio. Que María, la que
llevó en su seno el Evangelio viviente, interceda por nosotros para que demos
testimonio con nuestras palabras y obras, que Jesús es el Señor.
Ef 2,
19-22. Estáis edificados sobre el
cimiento de los apóstoles.
Sal
18. R/. A toda la tierra alcanza su pregón.
Lc 6,
12-19. Escogió a doce de ellos y
los nombró apóstoles.
Fiesta de san Simón y
san Judas, apóstoles, el primero apellidado Cananeo o Zelotas, y el segundo,
hijo de Santiago, llamado también Tadeo, el cual, en la última Cena preguntó al
Señor acerca de su manifestación, recibiendo esta respuesta: «El que me ame, observará
mi palabra, y el Padre mío le amará, y vendremos a él y haremos nuestra mansión
en él» (elog. del Martirologio Romano).
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