“Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla
será enaltecido”. ¿Qué ganamos con la arrogancia de creernos superiores a los
demás? ¿Acaso ese deseo de figurar no será producto de una frustración? ¿Queremos
aparentar algo que no somos? ¿Me siendo feliz?
Qué bonito es encontrarse con personas humildes, que nunca van
alardeando de su sabiduría, que se diferencian por su espíritu de servicio y de
caridad. Creernos superiores no nos conduce a nada, al contrario, hace que la
gente se aleje de nosotros. Jesús con sus palabras y gestos nos enseña que el
importante es el que se sienta de último, el que está dispuesto siempre a
servir. Son estas las personas las que realmente nos marcan la vida.
Este deseo de figurar, de pretender siempre los mejores puestos,
puede estar determinado por una serie de factores. Normalmente queremos
proyectar lo que nunca hemos sido, y que creemos nos haría felices. Creernos
importantes y no ser felices no es lo mismo que sentirnos felices para ser
importantes. La felicidad consiste en aceptarse tal y como es, con sus defectos
y virtudes, con sus tristezas y sus alegrías, aceptarse con sus más y sus
menos. No hay nada más hermoso que ver a una persona que con lo mucho o lo poco que
pueda tener es feliz. Porque su satisfacción no está en las cosas materiales sino en lo que hay en su corazón.
Queridos amigos, no se trata de aparentar lo que no somos, se
trata de ser como somos. De vivir enamorados de la vida. De ser capaces de
hacer el bien sin esperar nada a cambio. Jesús con su humanidad nos permite
descubrir la profundidad del ser humano, su belleza interna y su capacidad apertura
al otro.
No buscamos otra cosa que ser felices, si cumplimos este
requisito ya nos podemos dar por satisfechos, pues es lo que Dios quiere. Personas
que vivan la alegría que nace del encuentro con un Amor, Jesucristo nuestro
Señor.
Que en este día abramos nuestro corazón para que el Señor
limpie aquellas cosas que no nos dejan ser felices.
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