lunes, 26 de octubre de 2015

XXX LUNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos, que hermoso el Evangelio de hoy. Una mujer que estaba desde hacía 18 años enferma por causa de un espíritu  es sanada por Jesús. A diferencia de otros pasajes de la Escritura, no es el enfermo el que pide ser sanado. En este pasaje es Jesús quien toma la iniciativa. Dice el Evangelio que al verla Jesús la llamó y le dijo: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad”.

Jesús toma la iniciativa de querer salvarnos, por eso ha venido a este mundo, para que con su vida tengamos vida. Él quiere liberarnos de aquello que nos impide ser felices, de aquello que no nos permite caminar en libertad. Él quiere que le amemos con un corazón sincero, desprendido, capaz de amar sin prejuicios. Es la mejor ofrenda que podemos hacer la Padre, un corazón limpio, comprensivo.

“Mujer, quedas libre de tu enfermedad”. Este es el regalo que Dios nos hace: sanar nuestro corazón para que le podamos ser felices. Cuantas personas a lo largo de su vida cargan con una enfermedad que les lleva a una muerte lenta y dolorosa. El egoísmo, la envidia, el deseo de poder… son muchas las enfermedades que nos abruman y que nos impide ser personas.

“Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha”. Jesús quiere devolvernos la dignidad de personas. Quiere que volvamos a la esencia de nuestra vida: glorificar a Dios, como lo hacía esta mujer luego de ser enderezada. Glorificar a Dios en todo lo que hacemos, con nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras obras. La glorificación de Dios que empieza por el quererse a uno mismo; es decir, por no perder la imagen
de Dios que hay en nosotros, para que así podamos entregarnos a nuestros hermanos. Amar desde la libertad para que podamos entregarnos sin límites a los que sufren, de esta forma damos gloria a nuestro Padre, que nos ha creado.

Que María, nuestra madre, nos ayude a tener un corazón puro como el suyo. Que interceda por medio del Hijo ante el Padre, para que pase sanando nuestros corazones afligidos, nos libere de toda enfermedad y nos haga dóciles al mensaje que Él nos quiere transmitir.

Rom 8,12-17.  Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: "¡Abba!" (Padre)
Sal 67. R/. Nuestro Dios es un Dios que salva.
Lc 13,10-17. A esta, que es hija de Abrahán, ¿no había que soltarla en sábado?



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