viernes, 4 de diciembre de 2015

I VIERNES DE ADVIENTO

Homilía

Queridos amigos,
El clamor de dos ciegos a Jesús lleva consigo la fe. Clamamos a Dios porque creemos que Él nos puede sanar. Pedimos a Dios porque tenemos la certeza de que Él nos puede conceder lo que le pidamos.
En este tiempo de Adviento necesitamos ver. Necesitamos colocar la mirada más allá de todo aquello que está a nuestro alrededor. Necesitamos detenernos para contemplar las necesidades del otro, necesitamos detenernos para dirigir la mirada hacia nuestro interior.
Ante esta realidad, pueden surgir alguna objeción: “No tengo tiempo”. Sacar un espacio de mi tiempo para reencontrarme conmigo mismo, con los demás y con Dios no es una pérdida de tiempo. Al contrario, es una ganancia, se trata de recuperar aquel ideal de vida que durante el año hemos ido olvidando.
Hoy leemos cómo dos ciegos son los que se acercan a Jesús. Acercarnos a Jesús ya es un paso importante, pero pedirle que nos deje ver es mucho más importante. Esto es lo que como cristianos debemos hacer, acercarnos a Dios para que nos limpie de cualquier ceguera existencial, que nos abra los ojos para no vivir en tinieblas.
El 8 de diciembre daremos comienzo a un año precioso, el año de la misericordia, un año en donde se nos invita a limpiar nuestra ceguera con el Sacramento de Reconciliación. Qué bueno sería que hiciéramos un examen de conciencia profundo y acudiéramos a este sacramento, para que el Señor nos libere de todo aquello que no nos deja mirar con claridad.

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