miércoles, 9 de diciembre de 2015

II MIÉRCOLES DE ADVIENTO

Homilía

Queridos amigos,
En el evangelio de hoy, Jesús se nos muestra como el consolador. Él es el medico de nuestra vida, Él es nuestro hermano fiel que nos protege ante las asechanzas de mal. Él es el hermano que nos abraza y nos anima a seguir adelante en medio de las dificultades.
Nuestra vida está llena de problemas, de dificultades que no podemos resolver con nuestras solas fuerzas. Tenemos heridas profundas difíciles de sanar. Tenemos historias pasadas que nos hacen mucho daño y no logramos olvidar. Hay personas que nos han hecho daño y que siguen presenten en nuestros pensamientos, esta es una herida difícil de cicatrizar.
“Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” nos dice Jesús. Jesús quiere quitarnos la carga que llevamos encima pero siempre que nosotros nos dejemos ayudar. Se trata de aprender de ella, de superarla con nuestras propias fuerzas guiados de su mano. Se trata de cargar con su yugo y aprender de Él, que es manso y humilde de corazón.
En definitiva se trata de salir de nuestro ego para que se produzca el encuentro con el otro, se trata de alimentar mi vida con el amor de Dios.
Jesús cada día busca consolarnos, aliviarnos, curarnos. Él conoce nuestra condición, sabe lo mucho que luchamos para ser fieles en su seguimiento. Él sabe que no es fácil, por eso quiere que le abramos nuestro corazón, nuestra vida y estemos dispuesto a dejarnos abrazar por Él.
Queridos amigos, el abrazo de Jesús transforma nuestra existencia. Que en este año de la Misericordia, que hemos comenzado ayer, nos dejemos abrazar por la ternura de un Dios que quiere lo mejor para nosotros.  

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