jueves, 31 de diciembre de 2015

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

Homilía

Queridos amigos,
Celebramos hoy la Fiesta de San María, Madre de Dios. ¿Cómo puede ser que una mujer pueda ser la Madre de Dios? ya este tema se debatía en el siglo II y III d.C., y fue en el Concilio de Éfeso del año 431, cuando la Iglesia proclamó Solemnemente como Dogma, que María es Madre de Dios.  
El Evangelio del próximo domingo nos hablará de Jesús como el Verbo echo carne. “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios”. Todas las cosas fueron hechas por Él y para Él. El hombre ha sido creado a Imagen y Semejanza del Hijo, de modo que al ser el “molde” de la humanidad es la Imagen perfecta; así, el Todopoderoso, puede entrar en el seno de una mujer preparada para ser su madre.
Jesús, el Verbo que estaba junto a Dios y es Dios, se hace uno como nosotros, Él es el Perfecto Hombre porque es Dios. Su Humanidad regenera nuestra humanidad herida por el pecado, de forma que nos justifica ante el Padre; gracias a su nacimiento la humanidad queda dividida en un antes y un después y, gracias al Bautismo, volvemos a ser lo que antes del pecado habíamos sido, pero ahora con un nuevo don, el ser hijos adoptivos de Dios, gracias al sacrificio de Cristo en la Cruz.
Queridos amigos, celebramos que María es Madre de Dios, pero también hemos de celebrar que es Madre nuestra, una madre que se desvive por nosotros, y que busca siempre el bien para la humanidad, porque su corazón no puede estar repleto más que de la bondad divina, a Ella de damos las gracias por darnos el mayor regalo que la humanidad pueda recibir, le decimos que estamos eternamente agradecidos y le pedimos que nos ayude a perseverar hasta el final, María, Madre de Dios, ruega por nosotros.

domingo, 27 de diciembre de 2015

SANTOS INOCENTES

Homilía

Queridos amigos,
Celebramos el día de los santos inocentes. El Evangelista San Mateo citando al profeta Jeremías, exclama: “Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven”.
Hoy Jesús sigue naciendo, y la persecución se sigue dando. Cada día muchas personas se levantan de noche para emprender, como la familia de Nazaret, un viaje que no tiene destino seguro. Muchos huyen de la guerra, del hambre, de la violencia, pero sobretodo, muchos huyen de la terrible persecución por el mero hecho de ser cristianos.
El testimonio de muchos hermanos nuestros, nos dejan desalentados. Con dolor escuchamos como muchos cristianos son ultrajados en oriente, muchos niños inocentes siguen muriendo por una persecución sin sentido. Hoy por hoy, no se puede comprender y mucho menos aceptar ninguna persecución, y menos, por causa de la fe.
Ayer celebrábamos el Día de la Familia, un día para recordar el maravilloso sentido de la vida. La familia tiene que ser la clave para construir el reino que Dios quiere. Unos padres, que fruto del amor infinito que se profesan, luchan por formar a los hijos que Dios les ha encomendado. Ayer contemplábamos a la Gran Familia de Nazaret, una familia santa, llena de la gracia divina, pero que, a pesar de la presencia de Dios en sus vidas, tampoco fue fácil enfrentar las contradicciones de la vida. Sus sentimientos de temor, desasosiego y desconcierto no le impiden cumplir el propósito divino, mantienen viva la esperanza de llevar adelante la obra del Padre.
En ese pequeño niño frágil, que es Jesús, está la esperanza de un mundo nuevo y distinto. El ejemplo de la familia de Nazaret nos debe animar a no rendirnos, a luchar hasta el final, porque sólo quien persevere hasta el final se salvará, sólo el que entrega la vida en este mundo, la gana para la vida eterna.
Al final, María contemplará a su hijo muerto en la cruz. Que duro para esta Santa Mujer ver a su hijo en una cruz, tantos años de sufrimiento, de persecuciones, de incomprensiones, para luego verle morir tan infamemente. Pero todo esto no termina allí. La muerte del Inocente se transforma en vida, su resurrección marca un antes y un después, de modo que se recupera esperanza y el anhelo de luchar por un mundo cada vez mejor. El premio de los que luchan hasta el final será grande. La recompensa del justo será bendita.
Pidamos a María, que nos de la valentía de perseverar hasta el final. Y así, un día logremos alcanzar el premio eterno. Que así sea.


lunes, 14 de diciembre de 2015

III MARTES DE ADVIENTO

Homilía
Queridos amigos,
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre? Lo que vale delante de Dios no son las apariencias, ni las buenas intenciones, sino la práctica de la justicia que Dios quiere. Nuestra vida ha de ser sincera ante Dios y ante los hermanos. Es la mejor forma de realizarnos como personas. 
Muchas personas llevan en su interior heridas que no han sido sanadas, muchas han tomado decisiones un poco contradictorias porque la sociedad no les ha dado las herramientas para un mejor porvenir. Cuantas veces nos ha llamado la atención personas que nunca están en la Iglesia, pero tienen una fe inquebrantable. Un respeto admirable por las cosas buenas y santas.
Conocemos a muchas personas que llevan en su vida un calvario: alcohólicos, drogadictos, prostitutas… pero su condición no les aleja de Dios, al contrario, se aferran más a Él para que les ayude y les de fuerzas de seguir adelante. Se esfuerzan por luchar por el bien común y entre ellos se apoyan unos con otros. Estos también son los pobres del Evangelio, aquellos que muchas veces nos enseñan que nuestros problemas son insignificantes comparados con los de otros. Estos son los que nos llevan una delantera en el reino de los cielos.
Ante el testimonio del Papa Francisco, son muchos los que se han convertido y han regresado a casa. Seguramente fue lo que pasó con los publicanos y las prostitutas del Evangelio, fueron las palabras de Juan el Bautista, las que les motivó a emprender un camino nuevo, a encontrarse nuevamente con Dios, a luchar por salir del estado en la que se encontraban. Fue sobre todo, el testimonio de Jesús el que marcó la vida de muchas personas.
Queridos amigos, como cristianos, no podemos quedarnos estáticos ante las palabras de Jesús, ellas deben producir en nosotros un efecto renovador. Su vida debe transformar la nuestra. Que nuestra actitud sea siempre la de un hijo que diga si y cumpla la voluntad de Dios, o que ante la respuesta negativa, experimentemos el arrepentimiento y volvamos a Dios.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

II MIÉRCOLES DE ADVIENTO

Homilía

Queridos amigos,
En el evangelio de hoy, Jesús se nos muestra como el consolador. Él es el medico de nuestra vida, Él es nuestro hermano fiel que nos protege ante las asechanzas de mal. Él es el hermano que nos abraza y nos anima a seguir adelante en medio de las dificultades.
Nuestra vida está llena de problemas, de dificultades que no podemos resolver con nuestras solas fuerzas. Tenemos heridas profundas difíciles de sanar. Tenemos historias pasadas que nos hacen mucho daño y no logramos olvidar. Hay personas que nos han hecho daño y que siguen presenten en nuestros pensamientos, esta es una herida difícil de cicatrizar.
“Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” nos dice Jesús. Jesús quiere quitarnos la carga que llevamos encima pero siempre que nosotros nos dejemos ayudar. Se trata de aprender de ella, de superarla con nuestras propias fuerzas guiados de su mano. Se trata de cargar con su yugo y aprender de Él, que es manso y humilde de corazón.
En definitiva se trata de salir de nuestro ego para que se produzca el encuentro con el otro, se trata de alimentar mi vida con el amor de Dios.
Jesús cada día busca consolarnos, aliviarnos, curarnos. Él conoce nuestra condición, sabe lo mucho que luchamos para ser fieles en su seguimiento. Él sabe que no es fácil, por eso quiere que le abramos nuestro corazón, nuestra vida y estemos dispuesto a dejarnos abrazar por Él.
Queridos amigos, el abrazo de Jesús transforma nuestra existencia. Que en este año de la Misericordia, que hemos comenzado ayer, nos dejemos abrazar por la ternura de un Dios que quiere lo mejor para nosotros.  

viernes, 4 de diciembre de 2015

I VIERNES DE ADVIENTO

Homilía

Queridos amigos,
El clamor de dos ciegos a Jesús lleva consigo la fe. Clamamos a Dios porque creemos que Él nos puede sanar. Pedimos a Dios porque tenemos la certeza de que Él nos puede conceder lo que le pidamos.
En este tiempo de Adviento necesitamos ver. Necesitamos colocar la mirada más allá de todo aquello que está a nuestro alrededor. Necesitamos detenernos para contemplar las necesidades del otro, necesitamos detenernos para dirigir la mirada hacia nuestro interior.
Ante esta realidad, pueden surgir alguna objeción: “No tengo tiempo”. Sacar un espacio de mi tiempo para reencontrarme conmigo mismo, con los demás y con Dios no es una pérdida de tiempo. Al contrario, es una ganancia, se trata de recuperar aquel ideal de vida que durante el año hemos ido olvidando.
Hoy leemos cómo dos ciegos son los que se acercan a Jesús. Acercarnos a Jesús ya es un paso importante, pero pedirle que nos deje ver es mucho más importante. Esto es lo que como cristianos debemos hacer, acercarnos a Dios para que nos limpie de cualquier ceguera existencial, que nos abra los ojos para no vivir en tinieblas.
El 8 de diciembre daremos comienzo a un año precioso, el año de la misericordia, un año en donde se nos invita a limpiar nuestra ceguera con el Sacramento de Reconciliación. Qué bueno sería que hiciéramos un examen de conciencia profundo y acudiéramos a este sacramento, para que el Señor nos libere de todo aquello que no nos deja mirar con claridad.

I JUEVES DE ADVIENTO

Homilía

Queridos amigos,
El requisito que escuchamos en el Evangelio para entrar en el reino de Dios es cumplir su voluntad. Quien cumple la voluntad de Dios es un hombre prudente que construye sobre roca firme.
¿Qué es cumplir la voluntad de Dios? ¿Cómo entendemos la voluntad de Dios en nuestras vidas? Si hacemos un repaso por los mandamientos de la Ley de Dios nos daremos cuenta de que los mandamientos de la ley del Señor, más que inscritos en las piedras de Moisés, están impresos en nuestro corazón. Es allí donde encontramos la clave para cumplir la voluntad de Dios.
Nuestra propia conciencia nos dice que es lo que debemos hacer para estar bien con Dios, con el prójimo y conmigo mismo. Cimentar sobre roca es tener una conciencia tranquila, libre, capaz de amar sin distinción, sabiendo que Dios está presente en mi vida y en la vida de los demás.

Las palabras de Jesús son para nosotros invitación a la reflexión,  fuerza renovadora e impulso misionero. Quien lo vive de esta forma descubre en lo más profundo de su ser el sentido original de la vida, la vocación a la que estamos llamados y la meta a la que aspiramos.
Ser conscientes de esto no es fácil si vivimos una vida aislada, independiente, una vida a mi manera. Eso no lo quiere Dios, su voluntad es que vivamos como hermanos, que nos abracemos a sus palabras y que caminemos como hermanos. No es que Dios quiera imponer esto a hombre, sino que sabe, como familia trinitaria que es, que sólo el caminar juntos será lo que construya al hombre en su ser original.
Queridos amigos, que nuestra voluntad sea siempre la del Padre, que sepamos reconocer a lo largo de nuestra vida lo que Dios quiere para nosotros, de forma que seamos capaces de llegar la plenitud de la vida, el reino de Dios.

martes, 1 de diciembre de 2015

I MIÉRCOLES DE ADVIENTO

Homilía

Siete panes y unos pocos peces son suficientes para que el Señor nos alimente. Todos los que estamos aquí, acudimos al Señor para que cure nuestras enfermedades, para que sane nuestros corazones lastimados por el pecado. Venimos a Él porque sabemos que puede sanar nuestras heridas tanto físicas como espirituales.
Pero Jesús no busca darnos sólo la salud física o la paz interior. Él quiere algo más. “Me da lástima de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer”. Jesús quiere darnos de comer, el alimento es fundamental en el reino de Dios. Cuando expresamos el Padrenuestro, pedimos al Señor que nos dé el pan de cada día. Cuando el hijo prodigo regresa a casa, lo primero que hace el padre es prepararle un banquete y darle de comer.
En torno a una mesa nos sentamos para compartir una comida con nuestra familia, con los amigos. Generalmente es entorno a una mesa donde manifestamos la alegría de volver a estar juntos, de reencontrarnos.
Jesús en torno a una mesa y reunido con sus discípulos nos manifiesta el alimento del amor. La Eucaristía, su mismísimo Cuerpo y su mismísima Sangre. Es allí, en torno a una mesa donde Jesús quiere alimentarnos con el Pan de vida, Aquel Pan bajado del cielo. Este es auténtico Maná que no perece nunca jamás.
Este es el alimento que nos llena y nos da fuerzas para seguir luchando en este mundo. Este es el alimento que no nos deja morir, sino que nos da vida. Este es el alimento que nos da la salvación.
Queridos hermanos, Jesús se nos da como alimento en la Eucaristía, Él quiere que nos alimentemos de su Cuerpo y de su Sangre, Él quiere que le recibamos para que podamos disfrutar un día de la gloria de la vida.

I MARTES DE ADVIENTO

Homilía

Queridos amigos,
¿Qué nos hace exclamar el Espíritu Santo? Para el evangelista, en Jesús una acción de gracias. Jesús, lleno del Espíritu Santo da gracias al Padre porque ha escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos y las ha revelado a la gente sencilla.
¿Qué cosas ha revelado Dios a la gente sencilla? Podríamos decir muchas cosas, pero lo que Dios ha revelado a los pobres y humildes de corazón es su reino. Un reino revelado en Jesucristo, un reino de amor, de ternura, de misericordia.
El corazón del arrogante es avaro, lleno de envidias, de egoísmos, de odios, de tacañerías, de ofensas. Un corazón marcado por la avaricia y el deseo de estar por encima de los demás, no puede descubrir el reino de Dios, a menos que se convierta de corazón. Sólo los corazones limpios verán la gloria del Padre.
El reino de Dios es el reino del Padre, y por tanto el reino del Hijo. Basta mirar al Hijo para comprender el significado del reino divino. Sus acciones revelan la fuerza indescriptible del amor, sus obras son para nosotros manifestación de que el reino de Dios ya está entre nosotros: los ciegos ven, los sordos escuchan, los mudos hablan, los paralíticos caminan, los pecadores son perdonados. Este es el Mesías, el esperado, este es el que ha de venir.
Cuantas gracias debemos dar a Dios porque podemos ver lo que muchos desearon y no pudieron. Cuantas alabazas debemos expresar a Dios por las maravillas de su amor, por manifestarnos a su Hijo, el Redentor de la humanidad.

Queridos amigos, que en este día manifestemos acciones de gracias a Dios por las maravillas de la creación, por habernos creado a imagen de su Hijo, por habernos rescatado de las tinieblas del pecado, que nos conducen a la muerte definitiva.

lunes, 30 de noviembre de 2015

LUNES. FIESTA DE SAN ANDRÉS, APÓSTOL

Queridos amigos,

Celebramos hoy la fiesta del Apóstol San Andrés, hermano de San Pedro, a quienes el Señor llamó para ser pescadores de hombres.
¡Qué bonito! Ser pescadores, ser pescadores de hombres. La humilde tarea de un pescador consiste en llenarse de paciencia, esperar sin dejar de tirar el anzuelo. Jesús llama a Andrés y le pide que sea su discípulo, no le pide que abandone su profesión, simplemente le pide que la transforme. Ahora su misión irá más allá, con Jesús su trabajo adquiriere  un nuevo significado.
Estamos en Adviento, un tiempo litúrgico precioso que nos regala la Iglesia, un tiempo en el que nos preparamos para recibir a Jesús que viene a nosotros, que viene a por nosotros. ¿Qué cosas debo transformar? Mejor dicho, ¿Cuáles son las cosas que el Señor debe transformar en mi vida para convertirme en pescador de hombres?
Desde mi vocación profesional, ¿ayudo al Señor en la tarea evangelizadora? ¿Tengo paciencia para llevar adelante la obra del Señor? Dios nos ha dado unos dones que no debemos desaprovechar. No se trata de sacar provecho para satisfacer solo mis necesidades, sino que se trata de sacar partido para mis hermanos. Quien descubre este estilo de vida, ya no vive para sí, sino que empieza a construir un mundo caracterizado por el crecimiento del reino.
Queridos amigos, que a lo largo del día nuestro trabajo sea para anunciar que Jesús es el Señor. Que pasemos de ser simples pescadores a ser grandes pescadores de hombres.

viernes, 27 de noviembre de 2015

I DOMINGO DE ADVIENTO (C)

Homilía

Queridos amigos,
Comenzamos hoy un nuevo ciclo litúrgico. Un nuevo año cargado de mucha ilusión y con la mirada esperanza en que Jesús viene a nosotros para salvarnos. Lo iniciamos con el Adviento, tiempo de espera, de esperanza, tiempo en el que nos prepararemos para recibir a Jesús.
Las lecturas de los domingos sucesivos se centran en la venida de nuestro Salvador. Jesús, el que nació hace dos mil años en Belén, en un pesebre, pobre y sencillo, hoy busca posada en otro pesebre, también pobre y sencillo, nuestro corazón. Estos días nos deben ayudar a preparar la llegada de Jesús a nuestras vidas.
Él quiere que le abramos las puertas de nuestro corazón, y que desde nuestra pobreza lo ofrezcamos un corazón digno, dispuesto a acoger siempre a los hermanos. San Pablo, en la segunda lectura, pide a Dios que nos colme del amor, y que ese amor rebose en nosotros dándolo a los demás. No es casualidad, el que nace en Belén y quiere nacer en nosotros es la esencia pura del amor, su venida pretende transformar nuestra vida, tantas veces vacía de Dios.
Con el Adviento comenzamos un camino que debe llevarnos a su encuentro. Hoy encendemos una vela, la luz de esa vela busca encender la llama de la esperanza que a lo largo del año se ha ido opacando, pretende inflamar la luz del amor en nuestra vida y no dejar apagar nunca la fe que hemos recibido en nuestro bautismo.

El Adviento es venida, Dios que buscar acercarse a nosotros. Sería bueno que durante estos días, nos preguntemos si ese acercamiento es reciproco. ¿Quiero acercarme a Dios como Él lo desea? ¿Cuáles son los medios que coloco para acercarme con Él? Un buen signo para descubrir mi acercamiento a Dios es los hermanos. Experimentar la alegría y la tristeza del hermano es una buena señal. Somos seres creados a imagen y semejanza de Dios, somos seres acompañados y acompañantes, por tanto, muestro camino a Dios no se construye sólo. Acercarnos a Dios sólo se da gracias al acercamiento que tenemos con el prójimo.
Pidamos a Dios que nos ayude a descubrir su presencia. Que María, nuestra madre, nos conduzca por el camino que nos lleva hasta Belén.

XXXIV SÁBADO DEL TIEMPO ORDINARIO

 Homilía

Queridos amigos,
Con estas lecturas términos el tiempo ordinario., y además, esta tarde comenzaremos un nuevo año litúrgico. Un nuevo año que debe ir cargado de mucha ilusión, de mucha esperanza. Jesús viene a nuestro encuentro y lo hace día tras día.
La invitación de Jesús a estar alertas es constante. “Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.” Estar atentos, con las lámparas encendidas, como el centinela que vigila a qué horas va venir el ladrón, como el sirvo que espera a que su amo regrese para recibirle.
Estar atentos es vivir cumpliendo la voluntad de Dios. Estar atentos es vivir en libertad y teniendo la conciencia tranquila. El regalo más grande que Dios nos da es su amor, y quiere que lo transmitamos a todos los que están necesitados de la ternura de Dios.
Queridos amigos, este nuevo año que vamos a comenzar debe estar caracterizado por la búsqueda apasionada de Dios en los hombres, sin caer en la rutina y la mediocridad. Jesús pronto nacerá pero busca que le demos cobijo y le abramos nuestro corazón, porque es allí donde realmente desea nacer.
Damos gracias a Dios por tantas cosas recibidas a lo largo de este año, por el don de la amistad y por tantas cosas que sólo nuestro corazón conoce. Gracias a María, que nos dio el Salvador. Vivíamos siempre contentos y fieles a la verdad. Que así sea.  

jueves, 26 de noviembre de 2015

XXXIV VIERNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
El Evangelio que acabamos de escuchar nos mueve a tener una mirada esperanzadora en medio de todo lo que estamos viviendo. Los signos que se nos muestran parecen señales que nos conducen a la destrucción de la humanidad.
Pero no es así, Dios quiere la salvación del hombre, y estos signos salvíficos pesan más que la mirada desalentadora de la destrucción. El mal sigue estando presente en medio de este mundo, es algo de lo que a diario nos informamos gracias a los medios de comunicación. Pero también es verdad, y es lo que no sale a luz, que el bien sigue creciendo en medio de tanta incertidumbre.
Ya el reino de Dios ha llegado a nosotros. Lo vemos en un Jesús que realiza curaciones, expulsa demonios… lo vemos en tantas bondades realizadas por la humanidad a lo largo de la historia, lo vemos en el progreso de los pueblos y en la lucha por construir un futuro mejor. El reino de Dios ha llegado todos nosotros, no es algo efímero, es real, está en la sonrisa de un niño, en la mirada ilusionada de un joven, en la confianza esperanzada de unos padres, en el abrazo tierno de unos abuelos.
El reino de Dios ya está entre nosotros, por eso no debemos tener miedo. Cada uno va contribuyendo a que ese reino crezca, desde la mirada afable y alentadora que podemos dar a una persona, como el abrazo tierno que puede dar a un hijo o a una madre, hasta la expresión más bella del amor como es la entrega a los demás.
Queridos amigos, no dejemos que nos roben la ilusión, mantengamos viva las palabras de Jesús: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”, que María, nuestra madre, nos ayude a perseverar como ella, de forma que progresemos en la santidad que nos conduce al Padre.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

XXXIV JUEVES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
Las lecturas de estos días son escatológicas. Es decir, que nos hablan del fin de los tiempos. Al escuchar estos textos evangélicos, como es natural, surge en nosotros el miedo, el temor a lo que pueda ocurrir.
Las palabras de Jesús no dejan de ser duras, pero el final del Evangelio que hoy escuchamos nos da la clave para que estemos reconfortados: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.” Realmente este mundo en el que vivimos no es el nuestro, nuestra verdadera naturaleza humana pertenece a un mundo superior, donde no existe el odio, ni la violencia, donde no hay guerra ni división. Don reina el amor, la libertad, la alegría, la paz sin fin.
Vivimos en este mundo pero no somos de este mundo. Y mientras vivamos en él, podemos dejarnos seducir por los placeres que este mundo nos ofrece o caminar por el camino de la libertad, que sólo Jesús puede darnos.
“Se acerca vuestra liberación,” son las palabras de Jesús. Por tanto, no es algo a lo que debemos tener miedo. Se trata de un paso final que se debe dar para la gran transformación de la humanidad. El hombre resquebrajado por el pecado vuelve a la condición real en que había sido creado, y aún más, se convierte en autentico hijo de Dios, gracias al sacrificio de Cristo en la cruz.
Queridos amigos, que nada nos atormente, más que el deseo de no hacer el bien y de no amar. Nuestra esperanza nos ha de llevar a ejercitarnos en la caridad, de modo que todas las cosas que hagamos nos conduzcan a la plena liberación.

martes, 24 de noviembre de 2015

XXXIV MIÉRCOLES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
El seguimiento de Jesús exige sacrificio. Exige entrega total. Para nadie es fácil aceptar la verdad, porque nuestras intenciones marcadas por los deseos humanos, nos hace poner límites a Dios. Aquello va en contra de lo que pienso, digo, hago, no lo acepto. Aquello que no es de mi agrado cuanto antes desaparezca de mi vista, mejor.
Es el caso de Jesús que vino a revelarnos el auténtico camino que nos conduce al Padre. Su palabra es para nosotros fuerza demoledora que nos conduce al encuentro con Dios. Fue lo que llevó a una muerte injusta, la Verdad.
Hoy nos preguntamos por los motivos de las guerras, el odio, la división, el terrorismo. Y es que muchos no estamos dispuestos a aceptar la verdad. La persecución de los cristianos sigue siendo un tema constante, el testimonio de tantos cristianos lleva a que muchos tomen actitudes represalias contra ellos, porque no están dispuestos a aceptar el camino de la verdad.
Es lo que escuchamos en el Evangelio de hoy, “Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía.” Esta es la gran verdad, el seguimiento de Jesús nos hace perseguidos… pero no debemos tener miedo, “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá” nos dice Jesús. Él siempre nos acompañará, de modo que salvaremos nuestra condición real de hijos de Dios.
Queridos amigos, sólo en la entrega de nuestra vida a causa del Evangelio, será lo que nos dé el premio que nos conduce a Dios.  Sólo el seguimiento de la verdad será lo que nos dé la auténtica libertad. Vivamos este día marcado por la sinceridad que nace de un corazón libre, capaz de amar a quienes están a nuestro alrededor.

lunes, 23 de noviembre de 2015

XXXIV MARTES. SAN ANDRÉS DUCGLAC Y COMPAÑEROS, mártires, m. obligatoria.

Homilía

Queridos amigos,
El Evangelio que acabamos de leer parece que está hecho para la época que estamos viviendo. Guerras, hambre, persecución, terrorismo, terremotos… parece que está cerca el fin de los tiempos. Pero Jesús nos anima a seguir: “Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.”
¿Qué tenemos que hacer? El miedo ante estas situaciones nos puede llevar a perder la esperanza, a creer que esto no tiene solución, a pensar que estamos condenados. Todo esto tiene que ocurrir, nos dice Jesús. El enemigo querrá hacer daño hasta el último día, intentará seducirnos y muchos caerán. Nosotros hemos de mantenernos firmes hasta el final, de vivir nuestra vida día a día marcada por el amor de Cristo.
Hemos de confiar siempre en el Señor. Ninguna promesa humana nos dará la salvación, sólo el Señor, en su infinita misericordia, puede darnos la vida, esa que no se acaba nunca, esa que es para siempre, porque así lo quiere Dios. No nos quedemos estáticos, observando lo bello del mundo, vayamos más allá, contemplemos la hermosura de la creación y descubramos lo que hay detrás de ella, un Dios que desde su hermosura quiere transformar nuestra débil condición.  
Queridos amigos, “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”, nos dice Jesús. Sólo Dios permanece para siempre, Él es el único que puede darnos la salvación. Pidamos en esta mañana, llegar a contemplar plenamente la hermosura de Dios, que la obra de sus manos, la creación entera, nos lleve a su encuentro, para que así, lleguemos un día a la plenitud de la vida.

domingo, 22 de noviembre de 2015

XXXIV LUNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía 

Queridos amigos,
Hoy volvemos a escuchar el texto de la viuda pobre. Aquella mujer que entrega todo lo que tenía para vivir. Sería bueno que nos plateáramos una vez más qué cosas doy al Señor. ¿Doy a Dios de lo que me sobra? O como la viuda pobre, entrego todo lo que tengo por construir el Reino de Dios…
Dar, dar lo que hemos recibido. Todo es don y gracia. Todo es regalo de Dios. Las personas van muy aceleradas por la vida, sin disfrutar cada momento de la vida. Nuestra ofrenda ha de ser la entrega apasionada por llevar la alegría que nace del Evangelio. Dar todo lo que tenemos, desde nuestra pobreza, desde nuestras limitaciones… eso es lo que realmente transforma, eso es lo que toca el corazón de Dios: “Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”
Esta pobre mujer ha comprendido que la vida no se gana guardándola para sí, sino entregándola. Aquí no se trata de ser ricos o pobres, se trata de comprender el valor real del desprendimiento, de la entrega.
Dar todo lo que tenemos es saber adaptarnos a las necesidades del otro, sin esperar nada a cambio. Dar todo lo que tenemos es compartir la felicidad con quienes están felices, sentirse afectado con quien está triste, solo, abatido. Es llorar con quien llora y reír con quien ríe.
Jesús nos enseña con su muerte la mayor entrega acontecida por la humanidad. Nuestra vida debe entrar en esta dinámica de entrega. Estamos llamados a ser testigos de Cristo, el Hombre que con su entrega trasformó la humanidad caída por el pecado.
Queridos amigos, que el ejemplo de la viuda pobre, y el ejemplo de tantas personas que a lo largo de nuestra vida nos han enseñado a entregarnos apasionadamente por los demás, sean para nosotros motivo de reflexión a lo largo de este día, para que sepamos entregarnos desde el amor que viene de Dios.

sábado, 21 de noviembre de 2015

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

Homilía
Queridos amigos,
Hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Con esta Solemnidad cerramos el año litúrgico, un año en el que hemos meditado sobre la vida de Cristo. Todas experiencias vividas de Jesús, se convierten en nuestra experiencia, de forma que el seguir sus pasos, sus indicaciones nos ayudan a ser auténticas personas. La Solemnidad de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925. El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.
¿Por qué Jesús es Rey? No podemos comprender el reinado de Jesús como los reinados de este mundo. Su reino está caracterizado por la justicia verdadera, una justica que brota de la misericordia infinita de Dios. Su reino es un reino de amor.
En el evangelio que hemos escuchado encontramos la confrontación cara a cara de dos reinos distintos, el reino de los hombres y el reino de Dios. Con que tú eres rey, dice Jesús a Pilatos. Sí, soy rey, dirá Jesús. “Para esto he venido, para ser testigo de la verdad”. ¿Qué es la verdad? La verdad puede entenderse como aquello que corresponde a la realidad. Ante la pregunta ¿y que es la verdad? Jesús no responde. Yo soy el camino, la verdad… dirá en otra ocasión. Su vida es el mayor argumento de peso para demostrar la verdad. La verdad es le hace ser rey. Ser rey en Jesús es ser testigo de la verdad, porque sabe que la verdad es el único camino que conduce a la libertad.
Ante las injusticias que vivimos cada día, hoy necesitamos ser auténticos testigos de la Verdad, personas que demos testimonio con nuestra vida que Jesucristo es nuestro Rey y Señor. Este testimonio nos hará más fieles al amor misericordioso del Padre. Personas que no nos callemos ante la injusticia de los demás, que alimentemos a los pobres, que demos salud a los enfermos, que expulsemos los demonios que atacan a la humanidad, que practiquemos el servicio, que rechacemos el dominio y la violencia, que nos entreguemos hasta el final, esto es lo que realmente nos hace como Cristo, esto es lo que realmente nos hace testigos de la Verdad.
Queridos amigos, Jesús quiere que busquemos siempre el camino del amor. No hay otra forma para entrar en su reino. El mundo de hoy nos presenta verdades aparentes, el mundo nos ofrece vivir una vida a tope, pero llegado a ese límite, no tiene otra cosa que ofrecer, de forma que el hombre estalla. El camino del amor no tiene límites, al contrario, te hace cada vez más persona, hasta el punto de volver al estado original en que Dios nos creó. Personas, a su imagen y semejanza.


SÁBADO. LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN, m. obligatoria


Homilía

Queridos amigos,

Celebramos hoy la memoria de la presentación de María. La tradición nos cuenta que María fue llevaba por sus padres al templo a la edad de tres años. El origen de la festividad fue la dedicación de la iglesia de Santa María la Nueva de Jerusalén, en el año 543; conmemorada en Oriente desde el siglo VI. Un gentil hombre francés, canciller en la corte del rey de Chipre, habiendo sido enviado a Aviñón en 1372, en calidad de embajador ante el papa Gregorio XI, describió la magnificencia con que en Grecia celebraban esta fiesta el 21 de noviembre. Se introdujo entonces en la ciudad papal; posteriormente Sixto V la impuso en todo Occidente.
En nuestra querida tierra de Aragón mantenemos una tradición muy especial. María que fue presentada en el templo, ahora es la que nos recibe. Es tradición que los niños recién nacidos sean presentados ante la Virgen del Pilar  y “pasados bajo el manto”. No es casualidad, nuestra Madre nos da su ejemplo y nosotros le seguimos. Presentarse en el templo es decirle al Señor, que le pertenezco, que soy suyo, que mi vida no tiene ningún sentido sin Él.
¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Jesús con aquellas palabras no desprecia a su madre. Al contrario, la hace partícipe de todos nosotros. “Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.” Sus palabras son un alago para María, ella es la fiel cumplidora de la voluntad de Dios, ella es la auténtica Madre.
Que María, nuestra Madre, interceda por nosotros. Amén.

jueves, 19 de noviembre de 2015

XXXIII VIERNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
“Mi casa es casa de oración.” Son las palabras de Jesús ante los vendedores que se encontraban en el templo. La casa de Dios no es un negocio, la casa de Dios es un lugar de acogida, de encuentro, de diálogo con el hombre.
Dios quiere encontrarse con nosotros para que dialoguemos. Dios siempre ha querido establecer un diálogo con el hombre. Ya en el jardín del Edén hablaba con nuestros primeros padres. A partir del pecado, Dios quiso hablar con el hombre para proporcionarle la ayuda necesaria para salvarle. Durante años hablo Dios por medio de los patriarcas y profetas. Su manifestación plena fue con el envío de su Hijo al mundo. Allí Dios entabló una conversación con el hombre. Hablaba con ricos y pobres, con sanos y enfermos, con justos y pecadores.
En la lectura del primer libro de los Macabeos, escuchamos como Judas y sus hermanos, después de derrotar al enemigo, propusieron subir al templo para purificarlo y consagrarlo. Los macabeos subían a purificar y consagrar un templo material, pero con Jesús la idea del templo cambia. Ahora ya no se trata del templo material, sino de los templos vivos que somos cada uno de nosotros. Somos templos del Espíritu Santo. Las piedras vivas que construimos la gran casa de Dios, y que necesitan ser purificadas y consagradas a Dios.
Somos casa de oración, somos casa de diálogo entre Dios y los hombres. Ahora Dios se hace presente no sólo en los templos edificados por los hombres, también se hace presente en la Eucaristía, en su Palabra, en los pobres, en la comunidad reunida en su nombre, en la naturaleza… Dios está presente en todos aquellos que buscan hacer el bien, que desean construir una sociedad más justa, más humana.
Queridos amigos, que nuestra templo, no sea cueva de ladrones, sino templos vivos de Dios, en donde habite el Espíritu Santo. Sólo la inhabitación de Dios en nuestras vidas transforma los corazones, de modo que podemos entrar en diálogo con aquellas personas que buscan a Dios.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

XXXIII JUEVES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
¿Dónde buscamos la paz? Hoy hablamos mucho de paz. Decimos “no a la guerra, no a la violencia, no a las disensiones”… hoy hablamos de tratados bilaterales, acuerdos internacionales, diálogos entre países… No a la guerra. Todas estas cosas buscan la paz. Pero, ¿en quién ponemos nuestra confianza? 
Jesús dirigiéndose a Jerusalén dice: «Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz”. La confianza del pueblo estaba puesta en los líderes del momento. Nuestra confianza ha de estar siempre en el Señor. Aquí podemos aplicar las palabras de Jeremías cuando dice: “Maldito el hombre que confía en el hombre”. No es que Dios le castigue, es que poner la confianza en el hombre y no en Dios es autoconducirse a la degeneración humana.
Sólo Alguien nos salva, sólo Jesús puede darnos la vida. Sólo Jesús puede darnos la paz. Quien tiene a Jesús por Señor y constructor, puede ser portador de paz. Lo contrario nos llevará siempre a la búsqueda de nuestros propios intereses, sin pensar en los demás. Somos los constructores de un mundo más humano, donde reine la paz y el amor, pero sabemos que no podemos construirlo solos, Dios es la garantía de que la paz reinará en el mundo.
Obedecer las leyes del mundo dejando al margen las divinas, es idolatría. Es poner la confianza en los hombres y no en Dios. Las leyes humanas siempre deben ir acorde con las leyes divinas. La ley divina, impresa en el corazón de las personas, siempre nos conduce por el camino del bien. Pero la ambición humana puede llevarnos a cometer atrocidades.
Estamos necesitados de paz. La paz devuelve el sueño, el descanso, el apetito y el deseo de volver a entrar en contacto con los demás. Esta es la paz que quiere darnos Jesús. Una paz que no puede darnos el mundo, ni los gobernantes, ni aquellas personas que se presentan como señores de la verdad. Sólo Jesús es la verdad que nos conduce a la paz verdadera.
Queridos amigos, que la fuerza del Espíritu Santo nos acompañe en nuestro caminar por la vida. Que nos ayude a mantenernos firmes en la fe y en la ley del amor. Jesús siempre ha de ser nuestra esperanza, el camino que nos conduce a la verdadera paz que viene de Dios.

martes, 17 de noviembre de 2015

XXXIII MIÉRCOLES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
Subir a Jerusalén es emprender el camino de la gloria, es ir a buscar el título de rey.  No un rey con corona, ni con atuendos lujosos, no un rey con trono. Este rey nuestro camina a Jerusalén para buscar la corona de la salvación, con su paso por la cruz se convertirá en el Rey verdadero, aquel que es capaz de dar la vida por su pueblo, su traje es el amor y la misericordia que siente por sus hermanos, su trono será la cruz.
Pero este rey nos pide algo más, pide de nosotros que seamos capaces de multiplicar lo que hemos recibido de Dios. Pide que multipliquemos cada talento, y que lo pongamos al servicio de los demás. ¿Qué hemos recibido de Dios? Hemos recibido la vida, y la vida no es para guardárnosla para nosotros mismos, la vida es para darla, para que la multipliquemos. Jesús entrega su vida, quedársela no tiene ningún sentido. Quien no entrega la vida la pierde, pero quien la da la gana para la vida eterna.
Hemos recibido de Dios el amor, un amor que ha de ser transformado. Un amor que se multiplica en la medida en que se da, un amor que te lleva a la plenitud cuando se convierte en servicio.
Es lo que escuchamos en la primera lectura, unos hijos capaces de entregar la vida, porque saben que el premio es la resurrección. Una madre que confía en la palabra de Dios y que está convencida que la vida no se gana escondiéndola, sino entregándola. Entregar la vida es no entregarse a los decretos humanos, es estar convencidos de cumplir la voluntad de Dios, teniendo presente que es lo que nos dará el premio eterno.
Queridos amigos, este es el sentido real de nuestra vida, Jesucristo transforma nuestra débil condición para que seamos capaces de darnos por amor a los demás. Al que mucho se le da, mucho se le exigirá. “Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”.

¿Qué estoy haciendo con los dones recibidos de Dios? ¿Realmente los pongo al servicio de los demás? ¿Vivo el llamado que Dios me ha hecho con alegría? Estamos convocados a multiplicar todo lo que hemos recibido, que nada ni nadie nos impida cumplir el deseo que Dios quiere para nuestras vidas. Sólo cumpliendo la voluntad de Dios, seremos felices.

lunes, 16 de noviembre de 2015

XXXIII MARTES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía
Queridos amigos,
“Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.” Que privilegio, el Señor quiere que le demos hospedaje. No es casualidad que Zaqueo haya sido elegido por el Señor, es el Señor que conoce la intención que hay en nuestro corazón, conoce nuestros deseos y sin transgredir nuestra voluntad, pide entrar en nuestra casa.
Jesús va transformando a todo el que desea dejarse transformar. Cuando Jesús entra en casa de Zaqueo, su vida se transforma. “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.” El restituir cuatro veces más, puede interpretarse como la otra mitad de los bienes. Zaqueo quiso entregar todos sus bienes. Ahora su vida adquiere un nuevo significado, ya su trabajo no es para sí, sino para los demás, sus bienes ya no son sus bienes, sino que es para los que más lo necesiten.
La conversión es algo interior. Jesús quiere entrar en nuestra casa. Quiere entrar en nuestro corazón. Es allí donde realmente comienza la conversión. Volver la mirada a Dios es abandonar aquello que no nos deja ser libres, es desprendernos de las cosas que nos impiden ser felices. Volver la mirada a Dios es experimentar el amor de Dios en nuestras vidas y darlo a los demás.
Zaqueo nos invita pararnos y descubrir a lo largo del camino, que Jesús quiere comer con nosotros, quiere hospedarse en nuestra casa. ¿Qué es el reino? El reino es esa gran casa donde todos podemos sentarnos a la mesa y comer en fraternidad.
Pidamos al Señor, que entre en nuestro corazón, que lo transforme para que podamos seguirle con verdadera libertad de espíritu. Amén.

domingo, 15 de noviembre de 2015

XXXIII LUNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

“Pasa Jesús Nazareno”, es la respuesta que consigue el ciego de Jericó. Jesús sigue pasando por nuestra vida. Lo vemos en nuestros hermanos, en nuestra familia, los padres, los hijos, los nietos, los vecinos. Jesús sigue pasando y quiere transformar nuestra existencia. Tenemos dos opciones, dejarlo pasar y quedarnos sentados al margen de la vida o gritarle que tenga compasión de nosotros.
¿Qué quieres que haga por ti? ¿Cuál es nuestro problema? ¿Qué es lo que el Señor debe transformar en mi vida? Aquel hombre pide ser sanado de la ceguera en que se encuentra. “Señor, que vea otra vez”. Hace tiempo veía claro, pero ahora mi pecado me impide ver más allá, sólo veo lo que me interesa, veo para mí. Necesito entrar en tu camino, levantarme del borde del camino y seguirte, necesito ver la realidad del otro.

Jesús no mira el pasado, no mira que hemos hecho mal para llegar a una vida sin sentido, lo que le importa a Jesús es nuestra conversión y el deseo de ser cada día mejores personas, eso es lo que mira. Ver otra vez, es volver a la vida que Dios quiere para nosotros. Ver, es recuperar nuevamente la condición de hijos, para ser capaces de seguir a nuestro hermano mayor, Jesucristo.

Aquel hombre pide a gritos ser sanado. Gritamos, clamamos cuando ya nuestra vida está al borde del abismo, clamamos desesperadamente cuando no encontramos solución a algo. Insistimos cuando necesitamos el perdón de alguien. Necesitamos la experiencia de sentirnos sanados, de levantarnos del pecado y entrar nuevamente en la vida, estamos bien cuando nuestros problemas se solucionan, sentimos paz cuando experimentamos el perdón.
Esta es la experiencia del hombre ciego. Y es la experiencia de todos nosotros. Quien vive esta experiencia, descubre en su vida unos valores que estaban opacados, recobra el ánimo perdido, vive más a gusto con las personas que están a nuestro alrededor y nuestros compromisos se hacen con amor.

Queridos amigos, se acerca un año precioso, el año de la Misericordia. Es un momento especial para volver la mirada a Dios, reconociendo nuestra debilidad y pidiendo perdón. Sólo Dios puede transformar los corazones destrozados, porque Él es rico en misericordia, conoce nuestras intenciones y sabe que estamos hechos.

viernes, 13 de noviembre de 2015

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Día y colecta de la iglesia diocesana)

Homilía

Queridos amigos,
Celebramos hoy la el día de la Iglesia Diocesana. “Una Iglesia y miles de historias gracias a ti” es el lema de este año y una realidad que se fortalece con la contribución de todos. En este día tan especial hemos de dar gracias a Dios, orar y renovar nuestro compromiso eclesial con el objetivo de promover el sostenimiento económico de la Diócesis de Huesca.  Nuestro Obispo nos escribe que es preciso desarrollar la sana creatividad del amor para dar respuesta a las prioridades, urgencias y emergencias que, entre todos, hemos de afrontar.
En la segunda lectura que hemos escuchado, el autor nos insiste en que tenemos un solo mediador, Jesús ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Gracias a Cristo nuestra vida adquiere un nuevo significado, ahora los que ya gozamos de la gracia de divina debemos de esforzarnos por construir un mundo más humano, lleno del amor que Dios ha infundido en nuestros corazones. El perdón de Dios nos libera de la ofrenda, de forma que sólo nos queda ser capaces de pedir perdón y perdonar a quienes nos han hecho daño.
¿Qué nos debe preocupar? El Evangelio que hemos escuchado es escatológico. No deja de insistir estos días en la segunda venida de Jesús. No olvidemos que el hombre está hecho para Dios, la venida de Jesús no debe ser para nosotros preocupación ni angustia. Al contrario, alegría y júbilo, porque por fin se realizará en nosotros lo que estamos llamados a ser, personas creadas a imagen y semejanza de Dios. Personas llamadas entrar en la dinámica del amor divino.
Nos debe preocupar el esforzarnos por llevar una vida según la voluntad de Dios. Cumplir la voluntad de Dios es dejar al margen aquello que nos hace daño y nos impide crecer. Cumplir la voluntad de Dios es ser libres para ser felices. Nuestra ofrenda a de ser un corazón arrepentido y dispuesto a acoger los demás.
Queridos amigos, no buscamos otra cosa más ser felices. Esta búsqueda nos hace pasar por un proceso de purificación, y por tanto de dolor y sufrimiento. Sufrimos porque nuestro corazón vive apegado a las cosas de este mundo y no es fácil desprenderse de ellas. Dios que conoce las intenciones de nuestro corazón, nos dará la gracia para ser capaces de dejar aquello que nos impide seguirle y entrar en su reino.

XXXII SÁBADO DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
Oración es hablar con Dios. Nos acercamos a Él, como cuando nos dirigimos a nuestro padre o nuestra madre para pedirle algo, para que no escuche o escucharles. Jesús en el monte de los olivos nos enseña una bella oración que conocemos como el Padrenuestro. Ya desde el principio se nos da a ese Dios como “Abba”, como Papá, como padre de todos los que le invocamos.
No llamamos padre a cualquier persona, llamamos padre a aquel ser que nos ha acompañado durante nuestra vida y nos ha enseñado a desenvolvernos en este mundo, llamamos padre a aquel ser querido que siempre ha estado presente ayudando a dar nuestros primeros pasos, queriéndonos y animándonos siempre. “Padre nuestro, expresar estas bellas palabras es dejar que Dios penetre todo nuestro interior y lo transforme. Es sentirme verdaderamente hijo, querido y amado por Dios.
Sentirse hijo es sentirse protegido, amado, cuidado, valorado, es estar seguro de que existe una persona que nunca me dejará sólo. Sentirnos hijos es saber que aquello que pedimos se nos dará porque realmente lo necesitamos.
Dios es un Padre bueno, rico en misericordia y justo con los que le invocan. Si aquél juez injusto que no temía a Dios ni le importaban los hombres, hizo justica a la viuda que le estaba fastidiando. Cuanto nuestro Padre celestial hará justicia por sus hijos.
Todo llega en su justo momento. Las cosas siempre se dan en el instante más oportuno. Nunca debemos precipitarnos ante el aparente silencio de Dios. Este Padre bueno y bondadoso siempre escucha las oraciones de sus hijos, sabe lo que es bueno para nosotros y nunca nos abandona.
Queridos amigos, que en este día demos gloria a Dios con nuestra vida, que cantemos al son de instrumentos, porque el Señor ha hecho maravillas, como canta el salmista. Que María santísima interceda por nosotros para que sepamos estar agradecidos y aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas. Que así sea.