domingo, 22 de noviembre de 2015

XXXIV LUNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía 

Queridos amigos,
Hoy volvemos a escuchar el texto de la viuda pobre. Aquella mujer que entrega todo lo que tenía para vivir. Sería bueno que nos plateáramos una vez más qué cosas doy al Señor. ¿Doy a Dios de lo que me sobra? O como la viuda pobre, entrego todo lo que tengo por construir el Reino de Dios…
Dar, dar lo que hemos recibido. Todo es don y gracia. Todo es regalo de Dios. Las personas van muy aceleradas por la vida, sin disfrutar cada momento de la vida. Nuestra ofrenda ha de ser la entrega apasionada por llevar la alegría que nace del Evangelio. Dar todo lo que tenemos, desde nuestra pobreza, desde nuestras limitaciones… eso es lo que realmente transforma, eso es lo que toca el corazón de Dios: “Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”
Esta pobre mujer ha comprendido que la vida no se gana guardándola para sí, sino entregándola. Aquí no se trata de ser ricos o pobres, se trata de comprender el valor real del desprendimiento, de la entrega.
Dar todo lo que tenemos es saber adaptarnos a las necesidades del otro, sin esperar nada a cambio. Dar todo lo que tenemos es compartir la felicidad con quienes están felices, sentirse afectado con quien está triste, solo, abatido. Es llorar con quien llora y reír con quien ríe.
Jesús nos enseña con su muerte la mayor entrega acontecida por la humanidad. Nuestra vida debe entrar en esta dinámica de entrega. Estamos llamados a ser testigos de Cristo, el Hombre que con su entrega trasformó la humanidad caída por el pecado.
Queridos amigos, que el ejemplo de la viuda pobre, y el ejemplo de tantas personas que a lo largo de nuestra vida nos han enseñado a entregarnos apasionadamente por los demás, sean para nosotros motivo de reflexión a lo largo de este día, para que sepamos entregarnos desde el amor que viene de Dios.

Dan 1, 1-6. 8-20. No se encontró a ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías.
Salmo: Dan 3, 52-56. R. A ti gloria y alabanza por los siglos. 
Lc 21, 1-4. Vio una viuda pobre que echaba dos reales.

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