domingo, 1 de noviembre de 2015

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Homilía

Queridos amigos, hoy damos comienzo a un nuevo mes. En este primer día del mes de noviembre celebramos la Solemnidad de todos los Santos. Esta Solemnidad la celebramos con la mayor de las alegrías porque el primer Santo que festejamos es nuestro Dios y Salvador, Santo entre los santos del cielo.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: "Todos los fieles son llamados a la plenitud de la vida cristiana" (Cat 2028). "Todos los cristianos, de cualquier estado o condición están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad" (Cat 825). Por tanto, no se trata de un llamado que está limitado a unos pocos, sino que desde el momento de nuestro bautismo ya somos llamados a vivir este estado de vida. No se trata de un privilegio de unos pocos, sino de un deber que todos tenemos, ya seamos, casados, solteros o consagrados. 

Durante mucho tiempo se ha comparado la santidad con lo aburrido, lo triste, lo solitario. Pensamos que los santos son personas que están todo el día rezando, sin hablar con nadie, “sin cometer pecados”. Pues no, la santidad no es nada de esto, esto todo lo contrario. Una persona que busca la santidad es aquella que tiene una relación estrecha con Dios y con sus hermanos.

En otras palabras, quienes buscamos la santidad establecemos una espiritualidad que entra en dialogo con Dios y con el prójimo. Este dialogo ha de estar caracterizado principalmente por el Amor. Ese amor que solo viene de Dios, un amor que nos permite hacer las cosas con un corazón justo, prudente, moderado y fuerte. Este corazón marcado por estas cuatro características no es egoísta, sino que es vulnerable, dócil, comprensible ante el sufrimiento de los demás.

Quién comprende esta forma de santidad y la vive es feliz. La felicidad no te hace ajeno a las necesidades del otro, la felicidad no te coloca al margen de la problemática del mundo, sino que por el contrario te implica. No hemos sido creados para vivir en soledad, sino para crear una familia, un grupo, una sociedad, un mundo... hemos sido creados para ser iglesia, para ser templos vivos de Dios. En definitiva, hemos sido creamos para ser felices.

Es lo que escuchamos en el evangelio de hoy, bienaventurados, es decir, felices, felices los pobres de espíritu, los que tienen hambre y sed de la justicia divina, los que trabajan por la paz, los mansos, los perseguidos por causa de la justicia porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Queridos amigos, que descubramos en este día este precioso llamado a la santidad y que lo aprendamos a vivir apasionadamente, como lo han hecho aquellos que ya gozan de la visión beatifica de Dios.





Solemnidad de Todos los Santos, que están con Cristo en la gloria. En el gozo único de esta festividad, la Iglesia Santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos cuya compañía alegra los cielos, recibiendo así el estímulo de su ejemplo, la dicha de su patrocinio y, un día, la corona del triunfo en la visión eterna de la divina Majestad (elog. del Martirologio Romano).

Ap 7, 2-4. 9-14. Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua.

Sal 23. R. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Mt 5, 1-12a. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario