martes, 3 de noviembre de 2015

XXXI MIÉRCOLES DEL TIEMPO ORDINARIO (Memoria obligatoria de San Carlos Borromeo)


Homilía

Queridos hermanos,

El bello pasaje que escuchamos en la primera lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos nos muestra lo que Dios quiere para con nosotros. Lo importante del hombre es vivir en el amor. Un amor que te purifica, que te hace más humano, que te transforma. Un amor que te permite vivir en Dios.

Si vives la experiencia del amor real en la vida afectiva este no te deja ser infiel. Si el amor es el fundamento de tu vida, entonces comprendes que la vida es lo más valioso y que no hay derecho para quitársela a nadie. Si vives en amor, no hay espacio en tu corazón para la envidia, porque descubres que lo importante es querer al otro partiendo de tu propia realidad.

Este bello sentimiento que viene de Dios es algo que te hace sufrir con el que sufre, llorar con el que llorar, reír con el que ríe, vivir con el que vive.

En el Evangelio Jesús nos pide que le sigamos. Seguirle implica un desprendimiento que nos hace tomar nuestra propia cruz. Una cruz llevada desde el amor. Este camino que se emprende desde el amor te lleva a la entrega. Jesús terminará entregando su vida por amor a nosotros. San Pablo nos recuerda el mandamiento principal: “amar al prójimo, como a ti mismo”.

Este amor que le llevó a Jesús a entregar la vida por el otro, fue lo que le permitió recuperarla resucitando al tercer día para la vida eterna. Por tanto, seguir a Jesús no es otra cosa que darnos al otro, cargando con nuestra propia cruz desde el amor hasta la muerte. Quien vive de esta manera, descubre que la auténtica felicidad no consiste en tener o no tener, sino en vivir haciendo lo que Dios quiere desde la libertad.

Queridos hermanos, que nada nos estremezca tanto como el amor hacia los más débiles, hacia aquellos que no tienen nada, hacia los que claman por la paz y la justicia. Que María Santísima, la madre del Amor, nos ayude a tener un corazón sensible como el suyo para amar a quienes lo necesitan. Que así sea. 



Rom 13, 8-10. Amar es cumplir la ley entera.

Sal 111. R. Dichoso el que se apiada y presta.

Lc 14, 25-33. El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.

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