lunes, 23 de noviembre de 2015

XXXIV MARTES. SAN ANDRÉS DUCGLAC Y COMPAÑEROS, mártires, m. obligatoria.

Homilía

Queridos amigos,
El Evangelio que acabamos de leer parece que está hecho para la época que estamos viviendo. Guerras, hambre, persecución, terrorismo, terremotos… parece que está cerca el fin de los tiempos. Pero Jesús nos anima a seguir: “Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.”
¿Qué tenemos que hacer? El miedo ante estas situaciones nos puede llevar a perder la esperanza, a creer que esto no tiene solución, a pensar que estamos condenados. Todo esto tiene que ocurrir, nos dice Jesús. El enemigo querrá hacer daño hasta el último día, intentará seducirnos y muchos caerán. Nosotros hemos de mantenernos firmes hasta el final, de vivir nuestra vida día a día marcada por el amor de Cristo.
Hemos de confiar siempre en el Señor. Ninguna promesa humana nos dará la salvación, sólo el Señor, en su infinita misericordia, puede darnos la vida, esa que no se acaba nunca, esa que es para siempre, porque así lo quiere Dios. No nos quedemos estáticos, observando lo bello del mundo, vayamos más allá, contemplemos la hermosura de la creación y descubramos lo que hay detrás de ella, un Dios que desde su hermosura quiere transformar nuestra débil condición.  
Queridos amigos, “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”, nos dice Jesús. Sólo Dios permanece para siempre, Él es el único que puede darnos la salvación. Pidamos en esta mañana, llegar a contemplar plenamente la hermosura de Dios, que la obra de sus manos, la creación entera, nos lleve a su encuentro, para que así, lleguemos un día a la plenitud de la vida.
Dan 2, 31-45. Dios suscitará un reino que nunca será destruido, sino que acabará con todos los demás reinos.
Salmo: Dan 3, 57-61. R. Ensalzadlo con himnos por los siglos.
Lc 21, 5-11. No quedará piedra sobre piedra.

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