Homilía
Queridos amigos,
“El que menos tiene es el que
más da”. En su corazón no existe la ambición ni la confianza en las cosas
materiales. En su corazón sólo existe la confianza en el Señor y el deseo de que
todos seamos felices. Quien así actúa sabe que Dios es su refugio y que no hay
nadie más que le pueda salvar.
La viuda pobre que escuchamos
en el Evangelio, nos permite descubrir el significado profundo de nuestra vida.
Sólo el que tiene a Dios en su corazón, puede entregar hasta lo más valioso que
tiene: la vida.
La presunción de querer
aparentar lo que no somos, nos encierra en la búsqueda de prestigio, poder,
dinero, placer… quien actúa de esta forma llega hasta el punto de perder el
equilibrio de la vida, encerrarse en sí mismo y morir o convertirse y vivir. La
arrogancia, producto del pecado, nos lleva a la envidia, el egoísmo, el odio.
Nos hace perder la identidad humana de tal forma que el prójimo se convierte en
objeto de mis propios beneficios.
Esta manera de vivir la vida
no está nada lejos de nuestra realidad. La sociedad de hoy pone por encima a
quién pertenece a un status social elevado. Los medios de comunicación nos
hacen creer que el importante es aquel que está a la moda, o el que mejor juega
un determinado deporte, etc. Hacemos separaciones, tú vales por lo que pesas o
lo que representas y no por lo que realmente eres: persona, creada a imagen y
semejanza de Dios. En términos del papa Francisco, vivimos actualmente en una sociedad del descarte.
“¡Cuidado con los escribas! -nos dice Jesús-, les
encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza,
buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los
banquetes”. Nuestro ejemplo a seguir siempre será Jesús. Su vida es para
nosotros el mayor testimonio que podamos tener. Jesús nos enseñó que lo más
importante es vivir en el Amor. Sólo desde el amor podremos servir con
humildad, querer sin distinción, vivir en la unidad, dar desde la generosidad.
La viuda pobre dio todo lo que
tenía. Jesús llamando a sus discípulos, les dijo: “Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas
más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que
pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.” ¿Qué doy al Señor?
¿Doy de lo que me sobra? Dar de lo que
me sobra no tiene ningún sentido ni mérito alguno.
Dios quiere que demos de
nosotros todo lo que hemos recibido de Él. “Lo
que hemos recibido gratis, gratis hemos de darlo”. Nada nos pertenece, todo
es don de Dios. El tiempo, la alegría de vivir, la esperanza, la fe, la
comprensión, la ternura, la misericordia, la paz… todo lo que hemos recibido,
incluso la vida.
Queridos amigos, que en este
día sepamos descubrir esos dones maravillosos que hemos recibido de Dios y los
pongamos al servicio de nuestros hermanos. Que María, nuestra Madre, nos ayude
a vivir el gozo del desprendimiento y la entrega, como ella lo hizo un día al
dar el sí que Dios necesitaba para redimir la humanidad. Que así sea.