lunes, 30 de noviembre de 2015

LUNES. FIESTA DE SAN ANDRÉS, APÓSTOL

Queridos amigos,

Celebramos hoy la fiesta del Apóstol San Andrés, hermano de San Pedro, a quienes el Señor llamó para ser pescadores de hombres.
¡Qué bonito! Ser pescadores, ser pescadores de hombres. La humilde tarea de un pescador consiste en llenarse de paciencia, esperar sin dejar de tirar el anzuelo. Jesús llama a Andrés y le pide que sea su discípulo, no le pide que abandone su profesión, simplemente le pide que la transforme. Ahora su misión irá más allá, con Jesús su trabajo adquiriere  un nuevo significado.
Estamos en Adviento, un tiempo litúrgico precioso que nos regala la Iglesia, un tiempo en el que nos preparamos para recibir a Jesús que viene a nosotros, que viene a por nosotros. ¿Qué cosas debo transformar? Mejor dicho, ¿Cuáles son las cosas que el Señor debe transformar en mi vida para convertirme en pescador de hombres?
Desde mi vocación profesional, ¿ayudo al Señor en la tarea evangelizadora? ¿Tengo paciencia para llevar adelante la obra del Señor? Dios nos ha dado unos dones que no debemos desaprovechar. No se trata de sacar provecho para satisfacer solo mis necesidades, sino que se trata de sacar partido para mis hermanos. Quien descubre este estilo de vida, ya no vive para sí, sino que empieza a construir un mundo caracterizado por el crecimiento del reino.
Queridos amigos, que a lo largo del día nuestro trabajo sea para anunciar que Jesús es el Señor. Que pasemos de ser simples pescadores a ser grandes pescadores de hombres.

viernes, 27 de noviembre de 2015

I DOMINGO DE ADVIENTO (C)

Homilía

Queridos amigos,
Comenzamos hoy un nuevo ciclo litúrgico. Un nuevo año cargado de mucha ilusión y con la mirada esperanza en que Jesús viene a nosotros para salvarnos. Lo iniciamos con el Adviento, tiempo de espera, de esperanza, tiempo en el que nos prepararemos para recibir a Jesús.
Las lecturas de los domingos sucesivos se centran en la venida de nuestro Salvador. Jesús, el que nació hace dos mil años en Belén, en un pesebre, pobre y sencillo, hoy busca posada en otro pesebre, también pobre y sencillo, nuestro corazón. Estos días nos deben ayudar a preparar la llegada de Jesús a nuestras vidas.
Él quiere que le abramos las puertas de nuestro corazón, y que desde nuestra pobreza lo ofrezcamos un corazón digno, dispuesto a acoger siempre a los hermanos. San Pablo, en la segunda lectura, pide a Dios que nos colme del amor, y que ese amor rebose en nosotros dándolo a los demás. No es casualidad, el que nace en Belén y quiere nacer en nosotros es la esencia pura del amor, su venida pretende transformar nuestra vida, tantas veces vacía de Dios.
Con el Adviento comenzamos un camino que debe llevarnos a su encuentro. Hoy encendemos una vela, la luz de esa vela busca encender la llama de la esperanza que a lo largo del año se ha ido opacando, pretende inflamar la luz del amor en nuestra vida y no dejar apagar nunca la fe que hemos recibido en nuestro bautismo.

El Adviento es venida, Dios que buscar acercarse a nosotros. Sería bueno que durante estos días, nos preguntemos si ese acercamiento es reciproco. ¿Quiero acercarme a Dios como Él lo desea? ¿Cuáles son los medios que coloco para acercarme con Él? Un buen signo para descubrir mi acercamiento a Dios es los hermanos. Experimentar la alegría y la tristeza del hermano es una buena señal. Somos seres creados a imagen y semejanza de Dios, somos seres acompañados y acompañantes, por tanto, muestro camino a Dios no se construye sólo. Acercarnos a Dios sólo se da gracias al acercamiento que tenemos con el prójimo.
Pidamos a Dios que nos ayude a descubrir su presencia. Que María, nuestra madre, nos conduzca por el camino que nos lleva hasta Belén.

XXXIV SÁBADO DEL TIEMPO ORDINARIO

 Homilía

Queridos amigos,
Con estas lecturas términos el tiempo ordinario., y además, esta tarde comenzaremos un nuevo año litúrgico. Un nuevo año que debe ir cargado de mucha ilusión, de mucha esperanza. Jesús viene a nuestro encuentro y lo hace día tras día.
La invitación de Jesús a estar alertas es constante. “Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.” Estar atentos, con las lámparas encendidas, como el centinela que vigila a qué horas va venir el ladrón, como el sirvo que espera a que su amo regrese para recibirle.
Estar atentos es vivir cumpliendo la voluntad de Dios. Estar atentos es vivir en libertad y teniendo la conciencia tranquila. El regalo más grande que Dios nos da es su amor, y quiere que lo transmitamos a todos los que están necesitados de la ternura de Dios.
Queridos amigos, este nuevo año que vamos a comenzar debe estar caracterizado por la búsqueda apasionada de Dios en los hombres, sin caer en la rutina y la mediocridad. Jesús pronto nacerá pero busca que le demos cobijo y le abramos nuestro corazón, porque es allí donde realmente desea nacer.
Damos gracias a Dios por tantas cosas recibidas a lo largo de este año, por el don de la amistad y por tantas cosas que sólo nuestro corazón conoce. Gracias a María, que nos dio el Salvador. Vivíamos siempre contentos y fieles a la verdad. Que así sea.  

jueves, 26 de noviembre de 2015

XXXIV VIERNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
El Evangelio que acabamos de escuchar nos mueve a tener una mirada esperanzadora en medio de todo lo que estamos viviendo. Los signos que se nos muestran parecen señales que nos conducen a la destrucción de la humanidad.
Pero no es así, Dios quiere la salvación del hombre, y estos signos salvíficos pesan más que la mirada desalentadora de la destrucción. El mal sigue estando presente en medio de este mundo, es algo de lo que a diario nos informamos gracias a los medios de comunicación. Pero también es verdad, y es lo que no sale a luz, que el bien sigue creciendo en medio de tanta incertidumbre.
Ya el reino de Dios ha llegado a nosotros. Lo vemos en un Jesús que realiza curaciones, expulsa demonios… lo vemos en tantas bondades realizadas por la humanidad a lo largo de la historia, lo vemos en el progreso de los pueblos y en la lucha por construir un futuro mejor. El reino de Dios ha llegado todos nosotros, no es algo efímero, es real, está en la sonrisa de un niño, en la mirada ilusionada de un joven, en la confianza esperanzada de unos padres, en el abrazo tierno de unos abuelos.
El reino de Dios ya está entre nosotros, por eso no debemos tener miedo. Cada uno va contribuyendo a que ese reino crezca, desde la mirada afable y alentadora que podemos dar a una persona, como el abrazo tierno que puede dar a un hijo o a una madre, hasta la expresión más bella del amor como es la entrega a los demás.
Queridos amigos, no dejemos que nos roben la ilusión, mantengamos viva las palabras de Jesús: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”, que María, nuestra madre, nos ayude a perseverar como ella, de forma que progresemos en la santidad que nos conduce al Padre.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

XXXIV JUEVES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
Las lecturas de estos días son escatológicas. Es decir, que nos hablan del fin de los tiempos. Al escuchar estos textos evangélicos, como es natural, surge en nosotros el miedo, el temor a lo que pueda ocurrir.
Las palabras de Jesús no dejan de ser duras, pero el final del Evangelio que hoy escuchamos nos da la clave para que estemos reconfortados: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.” Realmente este mundo en el que vivimos no es el nuestro, nuestra verdadera naturaleza humana pertenece a un mundo superior, donde no existe el odio, ni la violencia, donde no hay guerra ni división. Don reina el amor, la libertad, la alegría, la paz sin fin.
Vivimos en este mundo pero no somos de este mundo. Y mientras vivamos en él, podemos dejarnos seducir por los placeres que este mundo nos ofrece o caminar por el camino de la libertad, que sólo Jesús puede darnos.
“Se acerca vuestra liberación,” son las palabras de Jesús. Por tanto, no es algo a lo que debemos tener miedo. Se trata de un paso final que se debe dar para la gran transformación de la humanidad. El hombre resquebrajado por el pecado vuelve a la condición real en que había sido creado, y aún más, se convierte en autentico hijo de Dios, gracias al sacrificio de Cristo en la cruz.
Queridos amigos, que nada nos atormente, más que el deseo de no hacer el bien y de no amar. Nuestra esperanza nos ha de llevar a ejercitarnos en la caridad, de modo que todas las cosas que hagamos nos conduzcan a la plena liberación.

martes, 24 de noviembre de 2015

XXXIV MIÉRCOLES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
El seguimiento de Jesús exige sacrificio. Exige entrega total. Para nadie es fácil aceptar la verdad, porque nuestras intenciones marcadas por los deseos humanos, nos hace poner límites a Dios. Aquello va en contra de lo que pienso, digo, hago, no lo acepto. Aquello que no es de mi agrado cuanto antes desaparezca de mi vista, mejor.
Es el caso de Jesús que vino a revelarnos el auténtico camino que nos conduce al Padre. Su palabra es para nosotros fuerza demoledora que nos conduce al encuentro con Dios. Fue lo que llevó a una muerte injusta, la Verdad.
Hoy nos preguntamos por los motivos de las guerras, el odio, la división, el terrorismo. Y es que muchos no estamos dispuestos a aceptar la verdad. La persecución de los cristianos sigue siendo un tema constante, el testimonio de tantos cristianos lleva a que muchos tomen actitudes represalias contra ellos, porque no están dispuestos a aceptar el camino de la verdad.
Es lo que escuchamos en el Evangelio de hoy, “Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía.” Esta es la gran verdad, el seguimiento de Jesús nos hace perseguidos… pero no debemos tener miedo, “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá” nos dice Jesús. Él siempre nos acompañará, de modo que salvaremos nuestra condición real de hijos de Dios.
Queridos amigos, sólo en la entrega de nuestra vida a causa del Evangelio, será lo que nos dé el premio que nos conduce a Dios.  Sólo el seguimiento de la verdad será lo que nos dé la auténtica libertad. Vivamos este día marcado por la sinceridad que nace de un corazón libre, capaz de amar a quienes están a nuestro alrededor.

lunes, 23 de noviembre de 2015

XXXIV MARTES. SAN ANDRÉS DUCGLAC Y COMPAÑEROS, mártires, m. obligatoria.

Homilía

Queridos amigos,
El Evangelio que acabamos de leer parece que está hecho para la época que estamos viviendo. Guerras, hambre, persecución, terrorismo, terremotos… parece que está cerca el fin de los tiempos. Pero Jesús nos anima a seguir: “Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.”
¿Qué tenemos que hacer? El miedo ante estas situaciones nos puede llevar a perder la esperanza, a creer que esto no tiene solución, a pensar que estamos condenados. Todo esto tiene que ocurrir, nos dice Jesús. El enemigo querrá hacer daño hasta el último día, intentará seducirnos y muchos caerán. Nosotros hemos de mantenernos firmes hasta el final, de vivir nuestra vida día a día marcada por el amor de Cristo.
Hemos de confiar siempre en el Señor. Ninguna promesa humana nos dará la salvación, sólo el Señor, en su infinita misericordia, puede darnos la vida, esa que no se acaba nunca, esa que es para siempre, porque así lo quiere Dios. No nos quedemos estáticos, observando lo bello del mundo, vayamos más allá, contemplemos la hermosura de la creación y descubramos lo que hay detrás de ella, un Dios que desde su hermosura quiere transformar nuestra débil condición.  
Queridos amigos, “Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”, nos dice Jesús. Sólo Dios permanece para siempre, Él es el único que puede darnos la salvación. Pidamos en esta mañana, llegar a contemplar plenamente la hermosura de Dios, que la obra de sus manos, la creación entera, nos lleve a su encuentro, para que así, lleguemos un día a la plenitud de la vida.

domingo, 22 de noviembre de 2015

XXXIV LUNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía 

Queridos amigos,
Hoy volvemos a escuchar el texto de la viuda pobre. Aquella mujer que entrega todo lo que tenía para vivir. Sería bueno que nos plateáramos una vez más qué cosas doy al Señor. ¿Doy a Dios de lo que me sobra? O como la viuda pobre, entrego todo lo que tengo por construir el Reino de Dios…
Dar, dar lo que hemos recibido. Todo es don y gracia. Todo es regalo de Dios. Las personas van muy aceleradas por la vida, sin disfrutar cada momento de la vida. Nuestra ofrenda ha de ser la entrega apasionada por llevar la alegría que nace del Evangelio. Dar todo lo que tenemos, desde nuestra pobreza, desde nuestras limitaciones… eso es lo que realmente transforma, eso es lo que toca el corazón de Dios: “Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”
Esta pobre mujer ha comprendido que la vida no se gana guardándola para sí, sino entregándola. Aquí no se trata de ser ricos o pobres, se trata de comprender el valor real del desprendimiento, de la entrega.
Dar todo lo que tenemos es saber adaptarnos a las necesidades del otro, sin esperar nada a cambio. Dar todo lo que tenemos es compartir la felicidad con quienes están felices, sentirse afectado con quien está triste, solo, abatido. Es llorar con quien llora y reír con quien ríe.
Jesús nos enseña con su muerte la mayor entrega acontecida por la humanidad. Nuestra vida debe entrar en esta dinámica de entrega. Estamos llamados a ser testigos de Cristo, el Hombre que con su entrega trasformó la humanidad caída por el pecado.
Queridos amigos, que el ejemplo de la viuda pobre, y el ejemplo de tantas personas que a lo largo de nuestra vida nos han enseñado a entregarnos apasionadamente por los demás, sean para nosotros motivo de reflexión a lo largo de este día, para que sepamos entregarnos desde el amor que viene de Dios.

sábado, 21 de noviembre de 2015

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

Homilía
Queridos amigos,
Hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Con esta Solemnidad cerramos el año litúrgico, un año en el que hemos meditado sobre la vida de Cristo. Todas experiencias vividas de Jesús, se convierten en nuestra experiencia, de forma que el seguir sus pasos, sus indicaciones nos ayudan a ser auténticas personas. La Solemnidad de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925. El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.
¿Por qué Jesús es Rey? No podemos comprender el reinado de Jesús como los reinados de este mundo. Su reino está caracterizado por la justicia verdadera, una justica que brota de la misericordia infinita de Dios. Su reino es un reino de amor.
En el evangelio que hemos escuchado encontramos la confrontación cara a cara de dos reinos distintos, el reino de los hombres y el reino de Dios. Con que tú eres rey, dice Jesús a Pilatos. Sí, soy rey, dirá Jesús. “Para esto he venido, para ser testigo de la verdad”. ¿Qué es la verdad? La verdad puede entenderse como aquello que corresponde a la realidad. Ante la pregunta ¿y que es la verdad? Jesús no responde. Yo soy el camino, la verdad… dirá en otra ocasión. Su vida es el mayor argumento de peso para demostrar la verdad. La verdad es le hace ser rey. Ser rey en Jesús es ser testigo de la verdad, porque sabe que la verdad es el único camino que conduce a la libertad.
Ante las injusticias que vivimos cada día, hoy necesitamos ser auténticos testigos de la Verdad, personas que demos testimonio con nuestra vida que Jesucristo es nuestro Rey y Señor. Este testimonio nos hará más fieles al amor misericordioso del Padre. Personas que no nos callemos ante la injusticia de los demás, que alimentemos a los pobres, que demos salud a los enfermos, que expulsemos los demonios que atacan a la humanidad, que practiquemos el servicio, que rechacemos el dominio y la violencia, que nos entreguemos hasta el final, esto es lo que realmente nos hace como Cristo, esto es lo que realmente nos hace testigos de la Verdad.
Queridos amigos, Jesús quiere que busquemos siempre el camino del amor. No hay otra forma para entrar en su reino. El mundo de hoy nos presenta verdades aparentes, el mundo nos ofrece vivir una vida a tope, pero llegado a ese límite, no tiene otra cosa que ofrecer, de forma que el hombre estalla. El camino del amor no tiene límites, al contrario, te hace cada vez más persona, hasta el punto de volver al estado original en que Dios nos creó. Personas, a su imagen y semejanza.


SÁBADO. LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN, m. obligatoria


Homilía

Queridos amigos,

Celebramos hoy la memoria de la presentación de María. La tradición nos cuenta que María fue llevaba por sus padres al templo a la edad de tres años. El origen de la festividad fue la dedicación de la iglesia de Santa María la Nueva de Jerusalén, en el año 543; conmemorada en Oriente desde el siglo VI. Un gentil hombre francés, canciller en la corte del rey de Chipre, habiendo sido enviado a Aviñón en 1372, en calidad de embajador ante el papa Gregorio XI, describió la magnificencia con que en Grecia celebraban esta fiesta el 21 de noviembre. Se introdujo entonces en la ciudad papal; posteriormente Sixto V la impuso en todo Occidente.
En nuestra querida tierra de Aragón mantenemos una tradición muy especial. María que fue presentada en el templo, ahora es la que nos recibe. Es tradición que los niños recién nacidos sean presentados ante la Virgen del Pilar  y “pasados bajo el manto”. No es casualidad, nuestra Madre nos da su ejemplo y nosotros le seguimos. Presentarse en el templo es decirle al Señor, que le pertenezco, que soy suyo, que mi vida no tiene ningún sentido sin Él.
¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Jesús con aquellas palabras no desprecia a su madre. Al contrario, la hace partícipe de todos nosotros. “Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.” Sus palabras son un alago para María, ella es la fiel cumplidora de la voluntad de Dios, ella es la auténtica Madre.
Que María, nuestra Madre, interceda por nosotros. Amén.

jueves, 19 de noviembre de 2015

XXXIII VIERNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
“Mi casa es casa de oración.” Son las palabras de Jesús ante los vendedores que se encontraban en el templo. La casa de Dios no es un negocio, la casa de Dios es un lugar de acogida, de encuentro, de diálogo con el hombre.
Dios quiere encontrarse con nosotros para que dialoguemos. Dios siempre ha querido establecer un diálogo con el hombre. Ya en el jardín del Edén hablaba con nuestros primeros padres. A partir del pecado, Dios quiso hablar con el hombre para proporcionarle la ayuda necesaria para salvarle. Durante años hablo Dios por medio de los patriarcas y profetas. Su manifestación plena fue con el envío de su Hijo al mundo. Allí Dios entabló una conversación con el hombre. Hablaba con ricos y pobres, con sanos y enfermos, con justos y pecadores.
En la lectura del primer libro de los Macabeos, escuchamos como Judas y sus hermanos, después de derrotar al enemigo, propusieron subir al templo para purificarlo y consagrarlo. Los macabeos subían a purificar y consagrar un templo material, pero con Jesús la idea del templo cambia. Ahora ya no se trata del templo material, sino de los templos vivos que somos cada uno de nosotros. Somos templos del Espíritu Santo. Las piedras vivas que construimos la gran casa de Dios, y que necesitan ser purificadas y consagradas a Dios.
Somos casa de oración, somos casa de diálogo entre Dios y los hombres. Ahora Dios se hace presente no sólo en los templos edificados por los hombres, también se hace presente en la Eucaristía, en su Palabra, en los pobres, en la comunidad reunida en su nombre, en la naturaleza… Dios está presente en todos aquellos que buscan hacer el bien, que desean construir una sociedad más justa, más humana.
Queridos amigos, que nuestra templo, no sea cueva de ladrones, sino templos vivos de Dios, en donde habite el Espíritu Santo. Sólo la inhabitación de Dios en nuestras vidas transforma los corazones, de modo que podemos entrar en diálogo con aquellas personas que buscan a Dios.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

XXXIII JUEVES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
¿Dónde buscamos la paz? Hoy hablamos mucho de paz. Decimos “no a la guerra, no a la violencia, no a las disensiones”… hoy hablamos de tratados bilaterales, acuerdos internacionales, diálogos entre países… No a la guerra. Todas estas cosas buscan la paz. Pero, ¿en quién ponemos nuestra confianza? 
Jesús dirigiéndose a Jerusalén dice: «Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz”. La confianza del pueblo estaba puesta en los líderes del momento. Nuestra confianza ha de estar siempre en el Señor. Aquí podemos aplicar las palabras de Jeremías cuando dice: “Maldito el hombre que confía en el hombre”. No es que Dios le castigue, es que poner la confianza en el hombre y no en Dios es autoconducirse a la degeneración humana.
Sólo Alguien nos salva, sólo Jesús puede darnos la vida. Sólo Jesús puede darnos la paz. Quien tiene a Jesús por Señor y constructor, puede ser portador de paz. Lo contrario nos llevará siempre a la búsqueda de nuestros propios intereses, sin pensar en los demás. Somos los constructores de un mundo más humano, donde reine la paz y el amor, pero sabemos que no podemos construirlo solos, Dios es la garantía de que la paz reinará en el mundo.
Obedecer las leyes del mundo dejando al margen las divinas, es idolatría. Es poner la confianza en los hombres y no en Dios. Las leyes humanas siempre deben ir acorde con las leyes divinas. La ley divina, impresa en el corazón de las personas, siempre nos conduce por el camino del bien. Pero la ambición humana puede llevarnos a cometer atrocidades.
Estamos necesitados de paz. La paz devuelve el sueño, el descanso, el apetito y el deseo de volver a entrar en contacto con los demás. Esta es la paz que quiere darnos Jesús. Una paz que no puede darnos el mundo, ni los gobernantes, ni aquellas personas que se presentan como señores de la verdad. Sólo Jesús es la verdad que nos conduce a la paz verdadera.
Queridos amigos, que la fuerza del Espíritu Santo nos acompañe en nuestro caminar por la vida. Que nos ayude a mantenernos firmes en la fe y en la ley del amor. Jesús siempre ha de ser nuestra esperanza, el camino que nos conduce a la verdadera paz que viene de Dios.

martes, 17 de noviembre de 2015

XXXIII MIÉRCOLES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
Subir a Jerusalén es emprender el camino de la gloria, es ir a buscar el título de rey.  No un rey con corona, ni con atuendos lujosos, no un rey con trono. Este rey nuestro camina a Jerusalén para buscar la corona de la salvación, con su paso por la cruz se convertirá en el Rey verdadero, aquel que es capaz de dar la vida por su pueblo, su traje es el amor y la misericordia que siente por sus hermanos, su trono será la cruz.
Pero este rey nos pide algo más, pide de nosotros que seamos capaces de multiplicar lo que hemos recibido de Dios. Pide que multipliquemos cada talento, y que lo pongamos al servicio de los demás. ¿Qué hemos recibido de Dios? Hemos recibido la vida, y la vida no es para guardárnosla para nosotros mismos, la vida es para darla, para que la multipliquemos. Jesús entrega su vida, quedársela no tiene ningún sentido. Quien no entrega la vida la pierde, pero quien la da la gana para la vida eterna.
Hemos recibido de Dios el amor, un amor que ha de ser transformado. Un amor que se multiplica en la medida en que se da, un amor que te lleva a la plenitud cuando se convierte en servicio.
Es lo que escuchamos en la primera lectura, unos hijos capaces de entregar la vida, porque saben que el premio es la resurrección. Una madre que confía en la palabra de Dios y que está convencida que la vida no se gana escondiéndola, sino entregándola. Entregar la vida es no entregarse a los decretos humanos, es estar convencidos de cumplir la voluntad de Dios, teniendo presente que es lo que nos dará el premio eterno.
Queridos amigos, este es el sentido real de nuestra vida, Jesucristo transforma nuestra débil condición para que seamos capaces de darnos por amor a los demás. Al que mucho se le da, mucho se le exigirá. “Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”.

¿Qué estoy haciendo con los dones recibidos de Dios? ¿Realmente los pongo al servicio de los demás? ¿Vivo el llamado que Dios me ha hecho con alegría? Estamos convocados a multiplicar todo lo que hemos recibido, que nada ni nadie nos impida cumplir el deseo que Dios quiere para nuestras vidas. Sólo cumpliendo la voluntad de Dios, seremos felices.

lunes, 16 de noviembre de 2015

XXXIII MARTES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía
Queridos amigos,
“Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.” Que privilegio, el Señor quiere que le demos hospedaje. No es casualidad que Zaqueo haya sido elegido por el Señor, es el Señor que conoce la intención que hay en nuestro corazón, conoce nuestros deseos y sin transgredir nuestra voluntad, pide entrar en nuestra casa.
Jesús va transformando a todo el que desea dejarse transformar. Cuando Jesús entra en casa de Zaqueo, su vida se transforma. “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.” El restituir cuatro veces más, puede interpretarse como la otra mitad de los bienes. Zaqueo quiso entregar todos sus bienes. Ahora su vida adquiere un nuevo significado, ya su trabajo no es para sí, sino para los demás, sus bienes ya no son sus bienes, sino que es para los que más lo necesiten.
La conversión es algo interior. Jesús quiere entrar en nuestra casa. Quiere entrar en nuestro corazón. Es allí donde realmente comienza la conversión. Volver la mirada a Dios es abandonar aquello que no nos deja ser libres, es desprendernos de las cosas que nos impiden ser felices. Volver la mirada a Dios es experimentar el amor de Dios en nuestras vidas y darlo a los demás.
Zaqueo nos invita pararnos y descubrir a lo largo del camino, que Jesús quiere comer con nosotros, quiere hospedarse en nuestra casa. ¿Qué es el reino? El reino es esa gran casa donde todos podemos sentarnos a la mesa y comer en fraternidad.
Pidamos al Señor, que entre en nuestro corazón, que lo transforme para que podamos seguirle con verdadera libertad de espíritu. Amén.

domingo, 15 de noviembre de 2015

XXXIII LUNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

“Pasa Jesús Nazareno”, es la respuesta que consigue el ciego de Jericó. Jesús sigue pasando por nuestra vida. Lo vemos en nuestros hermanos, en nuestra familia, los padres, los hijos, los nietos, los vecinos. Jesús sigue pasando y quiere transformar nuestra existencia. Tenemos dos opciones, dejarlo pasar y quedarnos sentados al margen de la vida o gritarle que tenga compasión de nosotros.
¿Qué quieres que haga por ti? ¿Cuál es nuestro problema? ¿Qué es lo que el Señor debe transformar en mi vida? Aquel hombre pide ser sanado de la ceguera en que se encuentra. “Señor, que vea otra vez”. Hace tiempo veía claro, pero ahora mi pecado me impide ver más allá, sólo veo lo que me interesa, veo para mí. Necesito entrar en tu camino, levantarme del borde del camino y seguirte, necesito ver la realidad del otro.

Jesús no mira el pasado, no mira que hemos hecho mal para llegar a una vida sin sentido, lo que le importa a Jesús es nuestra conversión y el deseo de ser cada día mejores personas, eso es lo que mira. Ver otra vez, es volver a la vida que Dios quiere para nosotros. Ver, es recuperar nuevamente la condición de hijos, para ser capaces de seguir a nuestro hermano mayor, Jesucristo.

Aquel hombre pide a gritos ser sanado. Gritamos, clamamos cuando ya nuestra vida está al borde del abismo, clamamos desesperadamente cuando no encontramos solución a algo. Insistimos cuando necesitamos el perdón de alguien. Necesitamos la experiencia de sentirnos sanados, de levantarnos del pecado y entrar nuevamente en la vida, estamos bien cuando nuestros problemas se solucionan, sentimos paz cuando experimentamos el perdón.
Esta es la experiencia del hombre ciego. Y es la experiencia de todos nosotros. Quien vive esta experiencia, descubre en su vida unos valores que estaban opacados, recobra el ánimo perdido, vive más a gusto con las personas que están a nuestro alrededor y nuestros compromisos se hacen con amor.

Queridos amigos, se acerca un año precioso, el año de la Misericordia. Es un momento especial para volver la mirada a Dios, reconociendo nuestra debilidad y pidiendo perdón. Sólo Dios puede transformar los corazones destrozados, porque Él es rico en misericordia, conoce nuestras intenciones y sabe que estamos hechos.

viernes, 13 de noviembre de 2015

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Día y colecta de la iglesia diocesana)

Homilía

Queridos amigos,
Celebramos hoy la el día de la Iglesia Diocesana. “Una Iglesia y miles de historias gracias a ti” es el lema de este año y una realidad que se fortalece con la contribución de todos. En este día tan especial hemos de dar gracias a Dios, orar y renovar nuestro compromiso eclesial con el objetivo de promover el sostenimiento económico de la Diócesis de Huesca.  Nuestro Obispo nos escribe que es preciso desarrollar la sana creatividad del amor para dar respuesta a las prioridades, urgencias y emergencias que, entre todos, hemos de afrontar.
En la segunda lectura que hemos escuchado, el autor nos insiste en que tenemos un solo mediador, Jesús ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Gracias a Cristo nuestra vida adquiere un nuevo significado, ahora los que ya gozamos de la gracia de divina debemos de esforzarnos por construir un mundo más humano, lleno del amor que Dios ha infundido en nuestros corazones. El perdón de Dios nos libera de la ofrenda, de forma que sólo nos queda ser capaces de pedir perdón y perdonar a quienes nos han hecho daño.
¿Qué nos debe preocupar? El Evangelio que hemos escuchado es escatológico. No deja de insistir estos días en la segunda venida de Jesús. No olvidemos que el hombre está hecho para Dios, la venida de Jesús no debe ser para nosotros preocupación ni angustia. Al contrario, alegría y júbilo, porque por fin se realizará en nosotros lo que estamos llamados a ser, personas creadas a imagen y semejanza de Dios. Personas llamadas entrar en la dinámica del amor divino.
Nos debe preocupar el esforzarnos por llevar una vida según la voluntad de Dios. Cumplir la voluntad de Dios es dejar al margen aquello que nos hace daño y nos impide crecer. Cumplir la voluntad de Dios es ser libres para ser felices. Nuestra ofrenda a de ser un corazón arrepentido y dispuesto a acoger los demás.
Queridos amigos, no buscamos otra cosa más ser felices. Esta búsqueda nos hace pasar por un proceso de purificación, y por tanto de dolor y sufrimiento. Sufrimos porque nuestro corazón vive apegado a las cosas de este mundo y no es fácil desprenderse de ellas. Dios que conoce las intenciones de nuestro corazón, nos dará la gracia para ser capaces de dejar aquello que nos impide seguirle y entrar en su reino.

XXXII SÁBADO DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
Oración es hablar con Dios. Nos acercamos a Él, como cuando nos dirigimos a nuestro padre o nuestra madre para pedirle algo, para que no escuche o escucharles. Jesús en el monte de los olivos nos enseña una bella oración que conocemos como el Padrenuestro. Ya desde el principio se nos da a ese Dios como “Abba”, como Papá, como padre de todos los que le invocamos.
No llamamos padre a cualquier persona, llamamos padre a aquel ser que nos ha acompañado durante nuestra vida y nos ha enseñado a desenvolvernos en este mundo, llamamos padre a aquel ser querido que siempre ha estado presente ayudando a dar nuestros primeros pasos, queriéndonos y animándonos siempre. “Padre nuestro, expresar estas bellas palabras es dejar que Dios penetre todo nuestro interior y lo transforme. Es sentirme verdaderamente hijo, querido y amado por Dios.
Sentirse hijo es sentirse protegido, amado, cuidado, valorado, es estar seguro de que existe una persona que nunca me dejará sólo. Sentirnos hijos es saber que aquello que pedimos se nos dará porque realmente lo necesitamos.
Dios es un Padre bueno, rico en misericordia y justo con los que le invocan. Si aquél juez injusto que no temía a Dios ni le importaban los hombres, hizo justica a la viuda que le estaba fastidiando. Cuanto nuestro Padre celestial hará justicia por sus hijos.
Todo llega en su justo momento. Las cosas siempre se dan en el instante más oportuno. Nunca debemos precipitarnos ante el aparente silencio de Dios. Este Padre bueno y bondadoso siempre escucha las oraciones de sus hijos, sabe lo que es bueno para nosotros y nunca nos abandona.
Queridos amigos, que en este día demos gloria a Dios con nuestra vida, que cantemos al son de instrumentos, porque el Señor ha hecho maravillas, como canta el salmista. Que María santísima interceda por nosotros para que sepamos estar agradecidos y aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas. Que así sea.

jueves, 12 de noviembre de 2015

XXXII VIERNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,


Avanzamos hacia el final del año litúrgico. Las lecturas de estos días toman un tinte más escatológico. Jesús habla del fin de los tiempos, de una segunda venida y de cómo debemos estar preparados.
Parece que Jesús quiere advertirnos que el encuentro de Dios con el hombre es inminente, el hombre está hecho para Dios, por tanto, no hay escapatoria. Dios quiere que el hombre se realice plenamente y llegue a ser lo que realmente está llamado a ser. Así, la segunda venida del Hijo del Hombre no debe ser para nosotros algo que ha de causarnos miedo o temor alguno. Es necesario que se de ese encuentro porque para eso hemos nacido, para encontrarnos con Dios y ser felices para siempre.
No obstante, hemos de preguntarnos si realmente estamos haciendo lo que Dios quiere. Cuando venga a nuestro encuentro el Hijo de Dios, hemos de sentirnos libres para estar con Él. ¿Qué produce esa libertad? Sólo un corazón desprendido, que ha hecho el bien puede experimentar en su corazón esa libertad.
La libertad autentica produce en nosotros una paz interior que nada ni nadie puede arrebatarnos. Es tener la conciencia tranquila aunque te condenen injustamente. Es ir por la noche a dormir sin que nada nos atormente. Sé que esto no es fácil, porque llevamos heridas el nuestro corazón, porque no hemos sido capaces de perdonar o de pedir perdón, porque no hemos sido sinceros con la persona que necesitan saber nuestra verdad.
Queridos amigos, el paso definitivo hacia a libertad que Dios nos regala es abrirnos a la verdad, siendo capaces de liberarnos de cosas que no nos dejan vivir, de aquello que nos atormenta y crea en nosotros ansiedad. Jesús nos dice que sólo la verdad nos hará libre. El hombre está hecho para la verdad, y la verdad os llevará a amar con sincero corazón, entregándonos por entero a la causa del Evangelio.
Que en este día, revisemos nuestro interior y nos dejemos acompañar por la misericordia de Dios. Sólo Dios puede darnos la fuerza para descubrir aquello que nos hace daño y desecharlo. Sólo Dios puede darnos esa fuerza para ser sinceros con nosotros mismos y con nuestros hermanos. Que a lo largo del día seamos capaces de pedir perdón y experimentar ese anhelo maravilloso de sentirnos perdonados...

XXXII JUEVES DEL TIEMPO ORDINARIO (San Josafat, obispo y martir, m. obligatoria)


Homilía
Queridos amigos,
¿Dónde está el Reino de Dios? Queremos justicia y no la vemos, el hombre anhela la paz y no la encuentra, el mundo está dividido por el odio, la envidia… Señor ¿cuánto tiempo pasará hasta que instaures tu reino de paz entre nosotros?
El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.” Esta es las respuesta de Jesús a los fariseos ante la pregunta de la llegada del reino de Dios. Los reyes de la tierra gobiernan con dureza, buscan implantar a la fuerza sus ideales, amordazan a quienes piensan distinto, complacen a los que les apoyan, disfrutan de majares esquicitos… Los fariseos seguramente pensaban que así sería el Reino de Dios, un reino poderoso, capaz de destruir a su enemigo y salir vencedor en cualquier batalla.
El Reino de Dios está entre nosotros, nos dice Jesús. Ya ha llegado, es un reino distinto a los reinos de la tierra. No busca las grandezas de la tierra sino las grandezas del cielo. Un Reino de Sabiduría, esa sabiduría que sólo puede venir de lo alto. Un reino de espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, móvil, penetrante, inmaculado, lúcido, invulnerable, bondadoso, agudo, incoercible, benéfico, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, todopoderoso, todo vigilante, que penetra todos los espíritus inteligentes, puros, sutilísimos.
Un reino de amor que va haciendo el bien por el mundo, que parte de lo pequeño y no pretende cambiar las estructuras desde lo grande. Sino que busca transformar los corazones. Este es el reino de Dios, no se jacta de la opulencia, sino que su objetivo es la transformación de la persona desde la libertad y el servicio.
El reino de Dios está entre nosotros. Lo vemos en la bondad de tantas personas que se esfuerzan por salir adelante, por criar de sus hijos, lo encontramos en aquellas que luchan por construir una sociedad más justa, por infundir unos valores humanos capaces de transformar el mundo. El Reino de Dios está en aquellos que se desgastan la vida como misioneros, llevando el evangelio con su vida, está en aquellas personas sencillas y humildes que no pretenden grandezas sino la felicidad autentica que viene de Dios.

martes, 10 de noviembre de 2015

XXXII MIÉRCOLES DEL TIMPO ORDINARIO. (San Martín de Tours, obispo, m. obligatoria)


Homilía

Queridos amigos,

Celebramos hoy en nuestra parroquia la fiesta de San Martin, obispo de Tours. Nacido de padres paganos en Panonia, en la actualidad Hungría, en torno al año 316, fue orientado por su padre a la carrera militar. Todavía adolescente, san Martín conoció el cristianismo y, superando muchas dificultades, se inscribió entre los catecúmenos para prepararse al bautismo. Recibió el sacramento en torno a los 20 años, pero debió permanecer aún mucho tiempo en el ejército, donde dio testimonio de su nuevo estilo de vida: respetuoso y comprensivo con todos, trataba a su sirviente como a un hermano, y evitaba las diversiones vulgares.

Aunque se le atribuyen muchos milagros, san Martín es famoso sobre todo por un acto de caridad fraterna. Siendo aún un joven soldado, encontró en su camino a un pobre aterido y temblando de frío. Tomó entonces su capa y, cortándola en dos con la espada, le dio la mitad a aquel hombre. Durante la noche se le apareció en sueños Jesús, sonriente, envuelto en aquella misma capa.

En el Evangelio que hoy leemos, nos encontramos con diez leprosos que se pararon a lo lejos y a gritos le decían al Señor: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.” Este grito clama la misericordia de Dios. Conocemos nuestra debilidad y queremos que se apiade de nosotros.

Los diez leprosos se acercan al Señor pidiendo ser sanados, Jesús los sana, pero sólo uno regresará para dar las gracias. Una cosa es ser sanado, curado por el Señor, y otra es ser salvado. Solo un samaritano regresa a dar gracias a Jesús, pero Jesús no sólo le proporciona a este la sanación, sino también la salvación: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado”. Es curioso, este hombre era samaritano; los samaritanos no eran bien vistos por los judíos, y a pesar de que Jesús era judío, es un samaritano el que regresa a darle las gracias.  

Que pronto somos para pedir, pero cuando se trata de agradecer generalmente nos olvidamos. Hemos perdido ese gesto precioso de ser agradecidos; por pequeños que sean los detalles siempre debemos dar las gracias. "Gracias" es definitivamente una palabra bien corta con tanto poder que si nos enfocamos en ella la vida nos puede cambiar, como el samaritano del Evangelio.

De niños una de las primeras palabras que nos enseñan es “gracias”. Con el tiempo nos vamos olvidando de ella, pero no se trata solo de buenos modales,  estar agradecido puede mejorar nuestras relaciones, bienestar e incluso transformar nuestro corazón.

En este día de nuestro patrón San Martín, demos gracias a Dios por el don de la vida, por permitirnos compartir un año más, gracias por nuestra familia, por nuestros amigos, gracias por… cada uno no de nosotros tenemos muchas cosas por las que dar gracias.

lunes, 9 de noviembre de 2015

XXXII MARTES DEL TIEMPO ORDINARIO. (San León Magno, papa y doctor, m. obligatoria).


Homilía

Queridos amigos,

El pecado ha generado en nosotros la muerte. No es fácil aceptar esta realidad si no fuera por Jesucristo. Nuestra esperanza cristiana nos da la fuerza de creer que esto no termina aquí, que existe algo más allá de nuestra propia realidad humana.

“Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser”, nos dice el texto del libro de la Sabiduría. Este querer hacernos como dioses no es otra cosa que el Amor del que está impregnado Dios. Su deseo es que seamos como Él, que vivamos como Él, pero desde Él. Esta es la clave, vivir desde Él, porque sólo desde Dios podremos vivir en libertad y ser felices. El querer ser dioses, fue lo que produjo la ruptura del hombre con Dios, y por tanto, lo que le creó la infelicidad, la esclavitud y la muerte.

¿Qué nos pide Jesús en el Evangelio? Pide que le sirvamos; es decir, que le ayudemos a expandir el Reino por el mundo. Nos envía llevando la ternura, la compasión, el amor, la misericordia… su mandato no es para oprimirnos sino para que nos realicemos como personas creadas a imagen y semejanza de Dios. Él sabe que esto es lo que realmente nos permitirá sentirnos felices.

El hombre no puede realizarse si no descubre que su vocación principal es la Vida.  La vida con mayúsculas. En otras palabras, el hombre no puede llegar a ser feliz si su vida no depende de Dios, no para hacerle sumiso, sino para liberarlo del pecado que le tiene esclavizado.

Jesús nos mostró con su vida, que el camino para heredar la vida eterna está marcado por el servicio. Servir, servir amando. El camino del servicio no es fácil, sabemos que hay muchas incomprensiones y pocos agradecimientos, pero al final de la noche, te queda la satisfacción de que has hecho el bien. Se ama, y quien ama sufre. Pero ese sufrimiento  te transforma, te hace más fuerte y por tanto, persona.

Jesús terminó su vida amando hasta el extremo: muriendo en una cruz. Muchos pensaban que como persona había fracasado, pero no fue así, su entrega servicial, marcada por el amor, le resucitó, en definitiva le premió con la Vida eterna. Y esto es a lo que estamos llamados todos los cristianos, a entregarnos amando hasta el extremo para heredar la vida eterna, la vocación a la cual estamos todos llamados.  

domingo, 8 de noviembre de 2015

LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN, fiesta (09/11/2015)


Homilía
Queridos amigos,

Celebramos la fiesta de la Dedicación de la basílica de Letrán en honor de Cristo Salvador, construida por el emperador Constantino como sede de los obispos de Roma. Su anual celebración en toda la Iglesia latina es un signo permanente de amor y de unidad con el Romano Pontífice.

Es bonito saber que pertenecemos a una Iglesia cuyo origen está en la Santísima Trinidad, familia perfecta. Estamos llamados a vivir íntimamente en la vida intratrinitaria; es decir, nuestra vocación no es otra que vivir en Dios. La llamada que Dios nos hace para que le busquemos y le amemos, la hace por medio de su Iglesia. Él pone los medios para que la Iglesia ayude a profundizar a la persona y le oriente por el buen camino.

La Iglesia vive la unidad. No es una porción del pueblo cristiano aislada de la realidad; ella está en comunión con toda la Iglesia universal. Ella vive y experimenta la manifestación del amor. No es una Iglesia de puestas cerradas, sino que debe estar abierta a quien desee encontrarse con el Señor.

“Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.” Son las palabras de Jesús al encontrarse el templo de Jerusalén hecho un negocio. Hemos de tener presente que nuestro objetivo no es ser una institución burocrática, sino dispuesta a abrir sus puertas para la salvación de todos. La Iglesia no es un negocio, sino que buscamos lo importante siempre debe ser la persona, su dignidad.

El papa Francisco nos recuerda: “Hoy en día, hace falta una Iglesia capaz de acompañar, de ir más allá del mero escuchar; una Iglesia que acompañe en el camino poniéndose en marcha con la gente; una Iglesia que pueda descifrar esa noche que entraña la fuga de Jerusalén de tantos hermanos y hermanas... Quisiera que hoy nos preguntáramos todos: ¿Somos aún una Iglesia capaz de inflamar el corazón? ¿Una Iglesia que pueda hacer volver a Jerusalén? ¿De acompañar a casa?”.

También nosotros somos iglesia, nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Estamos llamados, en definitiva, a abrir las puertas del corazón a todos los que buscan con insistencia a Dios.

Queridos amigos, pidamos a Dios que nuestro corazón esté dispuesto a acoger con misericordia a los que están alejados y buscan con insistencia la casa del Padre.

sábado, 7 de noviembre de 2015

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,

“El que menos tiene es el que más da”. En su corazón no existe la ambición ni la confianza en las cosas materiales. En su corazón  sólo existe la confianza en el Señor y el deseo de que todos seamos felices. Quien así actúa sabe que Dios es su refugio y que no hay nadie más que le pueda salvar.

La viuda pobre que escuchamos en el Evangelio, nos permite descubrir el significado profundo de nuestra vida. Sólo el que tiene a Dios en su corazón, puede entregar hasta lo más valioso que tiene: la vida.

La presunción de querer aparentar lo que no somos, nos encierra en la búsqueda de prestigio, poder, dinero, placer… quien actúa de esta forma llega hasta el punto de perder el equilibrio de la vida, encerrarse en sí mismo y morir o convertirse y vivir. La arrogancia, producto del pecado, nos lleva a la envidia, el egoísmo, el odio. Nos hace perder la identidad humana de tal forma que el prójimo se convierte en objeto de mis propios beneficios.

Esta manera de vivir la vida no está nada lejos de nuestra realidad. La sociedad de hoy pone por encima a quién pertenece a un status social elevado. Los medios de comunicación nos hacen creer que el importante es aquel que está a la moda, o el que mejor juega un determinado deporte, etc. Hacemos separaciones, tú vales por lo que pesas o lo que representas y no por lo que realmente eres: persona, creada a imagen y semejanza de Dios. En términos del papa Francisco, vivimos actualmente en una sociedad del descarte.

“¡Cuidado con los escribas! -nos dice Jesús-, les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes”. Nuestro ejemplo a seguir siempre será Jesús. Su vida es para nosotros el mayor testimonio que podamos tener. Jesús nos enseñó que lo más importante es vivir en el Amor. Sólo desde el amor podremos servir con humildad, querer sin distinción, vivir en la unidad, dar desde la generosidad.

La viuda pobre dio todo lo que tenía. Jesús llamando a sus discípulos, les dijo: “Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.” ¿Qué doy al Señor? ¿Doy de lo que me sobra?  Dar de lo que me sobra no tiene ningún sentido ni mérito alguno.

Dios quiere que demos de nosotros todo lo que hemos recibido de Él. “Lo que hemos recibido gratis, gratis hemos de darlo”. Nada nos pertenece, todo es don de Dios. El tiempo, la alegría de vivir, la esperanza, la fe, la comprensión, la ternura, la misericordia, la paz… todo lo que hemos recibido, incluso la vida.

Queridos amigos, que en este día sepamos descubrir esos dones maravillosos que hemos recibido de Dios y los pongamos al servicio de nuestros hermanos. Que María, nuestra Madre, nos ayude a vivir el gozo del desprendimiento y la entrega, como ella lo hizo un día al dar el sí que Dios necesitaba para redimir la humanidad. Que así sea.

viernes, 6 de noviembre de 2015

XXXI SÁBADO DEL TIEMPO ORDINARIO


Homilía
Queridos amigos,
Nuevamente Jesús insiste en el tema del dinero. La sustitución de Dios por el dinero es uno de los temas claves en la predicación de Jesús. “No se puede servir a Dios y al dinero”, “dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”, “anda, vende todo los que tienes, da el dinero a los pobres y luego ven y sígueme”. Parece que este es uno de los impedimentos fundamentales para vivir nuestra unión con Dios.
“No podemos servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo”. Lo importante de todo esto consiste en ser capaces de ser felices. La felicidad es Dios; sustituir a Dios por el dinero es desconfiar de su providencia para con nosotros. Este tema nos puede llevar a crecer como personas o, a frustrarnos cuando desaparezca lo que creíamos era el fundamento de nuestra facilidad.
Si en nuestras pequeñas cosas somos sinceros y rendimos cuentas claras, también lo seremos en las cosas grandes. Es decir, podemos tener toda la riqueza del mundo, pero si Dios no ocupa el centro de nuestro corazón, ese dinero nos hace esclavos. No hay nada más importante que la libertad, cuando Dios ocupa el centro de nuestra vida, seremos capaces de desprendernos de aquello que nos quita la libertad. Si somos libres, nuestro corazón estará abierto a las necesidades del otro.
Queridos amigos, lo importante es que, poseamos riquezas o no, en lo poco o lo mucho seamos buenos administradores, porque en definitiva eso es lo que somos, administradores de las cosas de Dios. Dispuestos a compartir con aquellos que más lo necesitan.