Homilía
Queridos amigos,
Celebramos la fiesta de la
Dedicación de la basílica de Letrán en honor de Cristo Salvador, construida por
el emperador Constantino como sede de los obispos de Roma. Su anual celebración
en toda la Iglesia latina es un signo permanente de amor y de unidad con el
Romano Pontífice.
Es bonito saber que pertenecemos
a una Iglesia cuyo origen está en la Santísima Trinidad, familia perfecta. Estamos
llamados a vivir íntimamente en la vida intratrinitaria; es decir, nuestra
vocación no es otra que vivir en Dios. La llamada que Dios nos hace para que le
busquemos y le amemos, la hace por medio de su Iglesia. Él pone los medios para
que la Iglesia ayude a profundizar a la persona y le oriente por el buen
camino.
La Iglesia vive la unidad. No es
una porción del pueblo cristiano aislada de la realidad; ella está en comunión
con toda la Iglesia universal. Ella vive y experimenta la manifestación del
amor. No es una Iglesia de puestas cerradas, sino que debe estar abierta a
quien desee encontrarse con el Señor.
“Quitad esto de aquí; no
convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.” Son las palabras de Jesús al encontrarse
el templo de Jerusalén hecho un negocio. Hemos de tener presente que nuestro objetivo
no es ser una institución burocrática, sino dispuesta a abrir sus puertas para
la salvación de todos. La Iglesia no es un negocio, sino que buscamos lo importante siempre debe ser la persona, su dignidad.
El papa Francisco nos
recuerda: “Hoy en día, hace falta una
Iglesia capaz de acompañar, de ir más allá del mero escuchar; una Iglesia que
acompañe en el camino poniéndose en marcha con la gente; una Iglesia que pueda
descifrar esa noche que entraña la fuga de Jerusalén de tantos hermanos y hermanas...
Quisiera que hoy nos preguntáramos todos: ¿Somos aún una Iglesia capaz de
inflamar el corazón? ¿Una Iglesia que pueda hacer volver a Jerusalén? ¿De
acompañar a casa?”.
También nosotros somos iglesia,
nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Estamos llamados, en definitiva, a
abrir las puertas del corazón a todos los que buscan con insistencia a Dios.
Queridos amigos, pidamos a Dios
que nuestro corazón esté dispuesto a acoger con misericordia a los que están
alejados y buscan con insistencia la casa del Padre.
Ez 47, 1-2. 8-9. 12. Vi que manaba agua del
lado derecho del templo, y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.
Sal 45. R. El correr de las acequias alegra la
ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.
Jn 2, 13-22. Hablaba del templo de
su cuerpo.
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