jueves, 12 de noviembre de 2015

XXXII VIERNES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,


Avanzamos hacia el final del año litúrgico. Las lecturas de estos días toman un tinte más escatológico. Jesús habla del fin de los tiempos, de una segunda venida y de cómo debemos estar preparados.
Parece que Jesús quiere advertirnos que el encuentro de Dios con el hombre es inminente, el hombre está hecho para Dios, por tanto, no hay escapatoria. Dios quiere que el hombre se realice plenamente y llegue a ser lo que realmente está llamado a ser. Así, la segunda venida del Hijo del Hombre no debe ser para nosotros algo que ha de causarnos miedo o temor alguno. Es necesario que se de ese encuentro porque para eso hemos nacido, para encontrarnos con Dios y ser felices para siempre.
No obstante, hemos de preguntarnos si realmente estamos haciendo lo que Dios quiere. Cuando venga a nuestro encuentro el Hijo de Dios, hemos de sentirnos libres para estar con Él. ¿Qué produce esa libertad? Sólo un corazón desprendido, que ha hecho el bien puede experimentar en su corazón esa libertad.
La libertad autentica produce en nosotros una paz interior que nada ni nadie puede arrebatarnos. Es tener la conciencia tranquila aunque te condenen injustamente. Es ir por la noche a dormir sin que nada nos atormente. Sé que esto no es fácil, porque llevamos heridas el nuestro corazón, porque no hemos sido capaces de perdonar o de pedir perdón, porque no hemos sido sinceros con la persona que necesitan saber nuestra verdad.
Queridos amigos, el paso definitivo hacia a libertad que Dios nos regala es abrirnos a la verdad, siendo capaces de liberarnos de cosas que no nos dejan vivir, de aquello que nos atormenta y crea en nosotros ansiedad. Jesús nos dice que sólo la verdad nos hará libre. El hombre está hecho para la verdad, y la verdad os llevará a amar con sincero corazón, entregándonos por entero a la causa del Evangelio.
Que en este día, revisemos nuestro interior y nos dejemos acompañar por la misericordia de Dios. Sólo Dios puede darnos la fuerza para descubrir aquello que nos hace daño y desecharlo. Sólo Dios puede darnos esa fuerza para ser sinceros con nosotros mismos y con nuestros hermanos. Que a lo largo del día seamos capaces de pedir perdón y experimentar ese anhelo maravilloso de sentirnos perdonados...
Sab 13, 1-9. Si lograron averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron a su Dueño?
Sal 18. R. El cielo proclama la gloria de Dios.
Lc 17, 26-37. El día que se manifieste el Hijo del hombre.

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