Queridos amigos,
“Mi casa es casa de oración.” Son
las palabras de Jesús ante los vendedores que se encontraban en el templo. La casa
de Dios no es un negocio, la casa de Dios es un lugar de acogida, de encuentro,
de diálogo con el hombre.
Dios quiere encontrarse con
nosotros para que dialoguemos. Dios siempre ha querido establecer un diálogo
con el hombre. Ya en el jardín del Edén hablaba con nuestros primeros padres. A
partir del pecado, Dios quiso hablar con el hombre para proporcionarle la ayuda
necesaria para salvarle. Durante años hablo Dios por medio de los patriarcas y
profetas. Su manifestación plena fue con el envío de su Hijo al mundo. Allí Dios
entabló una conversación con el hombre. Hablaba con ricos y pobres, con sanos y
enfermos, con justos y pecadores.
En la lectura del primer libro
de los Macabeos, escuchamos como Judas y sus hermanos, después de derrotar al
enemigo, propusieron subir al templo para purificarlo y consagrarlo. Los macabeos
subían a purificar y consagrar un templo material, pero con Jesús la idea del
templo cambia. Ahora ya no se trata del templo material, sino de los templos
vivos que somos cada uno de nosotros. Somos templos del Espíritu Santo. Las piedras
vivas que construimos la gran casa de Dios, y que necesitan ser purificadas y
consagradas a Dios.
Somos casa de oración, somos
casa de diálogo entre Dios y los hombres. Ahora Dios se hace presente no sólo
en los templos edificados por los hombres, también se hace presente en la
Eucaristía, en su Palabra, en los pobres, en la comunidad reunida en su nombre,
en la naturaleza… Dios está presente en todos aquellos que buscan hacer el
bien, que desean construir una sociedad más justa, más humana.
Queridos amigos, que nuestra
templo, no sea cueva de ladrones, sino templos vivos de Dios, en donde habite el Espíritu
Santo. Sólo la inhabitación de Dios en nuestras vidas transforma los corazones,
de modo que podemos entrar en diálogo con aquellas personas que buscan a Dios.
1 Mac 4, 36-37. 52-59. Celebraron la consagración del altar, ofreciendo con júbilo holocaustos.
Salmo: 1 Crón 29, 10-12. R. Alabamos, Señor, tu nombre glorioso.
Lc 19, 45-48. Habéis convertido la casa de Dios en una cueva de bandidos.
1 Mac 4, 36-37. 52-59. Celebraron la consagración del altar, ofreciendo con júbilo holocaustos.
Salmo: 1 Crón 29, 10-12. R. Alabamos, Señor, tu nombre glorioso.
Lc 19, 45-48. Habéis convertido la casa de Dios en una cueva de bandidos.
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