miércoles, 18 de noviembre de 2015

XXXIII JUEVES DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía

Queridos amigos,
¿Dónde buscamos la paz? Hoy hablamos mucho de paz. Decimos “no a la guerra, no a la violencia, no a las disensiones”… hoy hablamos de tratados bilaterales, acuerdos internacionales, diálogos entre países… No a la guerra. Todas estas cosas buscan la paz. Pero, ¿en quién ponemos nuestra confianza? 
Jesús dirigiéndose a Jerusalén dice: «Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz”. La confianza del pueblo estaba puesta en los líderes del momento. Nuestra confianza ha de estar siempre en el Señor. Aquí podemos aplicar las palabras de Jeremías cuando dice: “Maldito el hombre que confía en el hombre”. No es que Dios le castigue, es que poner la confianza en el hombre y no en Dios es autoconducirse a la degeneración humana.
Sólo Alguien nos salva, sólo Jesús puede darnos la vida. Sólo Jesús puede darnos la paz. Quien tiene a Jesús por Señor y constructor, puede ser portador de paz. Lo contrario nos llevará siempre a la búsqueda de nuestros propios intereses, sin pensar en los demás. Somos los constructores de un mundo más humano, donde reine la paz y el amor, pero sabemos que no podemos construirlo solos, Dios es la garantía de que la paz reinará en el mundo.
Obedecer las leyes del mundo dejando al margen las divinas, es idolatría. Es poner la confianza en los hombres y no en Dios. Las leyes humanas siempre deben ir acorde con las leyes divinas. La ley divina, impresa en el corazón de las personas, siempre nos conduce por el camino del bien. Pero la ambición humana puede llevarnos a cometer atrocidades.
Estamos necesitados de paz. La paz devuelve el sueño, el descanso, el apetito y el deseo de volver a entrar en contacto con los demás. Esta es la paz que quiere darnos Jesús. Una paz que no puede darnos el mundo, ni los gobernantes, ni aquellas personas que se presentan como señores de la verdad. Sólo Jesús es la verdad que nos conduce a la paz verdadera.
Queridos amigos, que la fuerza del Espíritu Santo nos acompañe en nuestro caminar por la vida. Que nos ayude a mantenernos firmes en la fe y en la ley del amor. Jesús siempre ha de ser nuestra esperanza, el camino que nos conduce a la verdadera paz que viene de Dios.
1 Mac 2, 15-29. Viviremos según la alianza de nuestros padres.
Sal 49. R. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
Lc 19, 41-44. ¡Si comprendieras lo que conduce a la paz!

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