lunes, 9 de noviembre de 2015

XXXII MARTES DEL TIEMPO ORDINARIO. (San León Magno, papa y doctor, m. obligatoria).


Homilía

Queridos amigos,

El pecado ha generado en nosotros la muerte. No es fácil aceptar esta realidad si no fuera por Jesucristo. Nuestra esperanza cristiana nos da la fuerza de creer que esto no termina aquí, que existe algo más allá de nuestra propia realidad humana.

“Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser”, nos dice el texto del libro de la Sabiduría. Este querer hacernos como dioses no es otra cosa que el Amor del que está impregnado Dios. Su deseo es que seamos como Él, que vivamos como Él, pero desde Él. Esta es la clave, vivir desde Él, porque sólo desde Dios podremos vivir en libertad y ser felices. El querer ser dioses, fue lo que produjo la ruptura del hombre con Dios, y por tanto, lo que le creó la infelicidad, la esclavitud y la muerte.

¿Qué nos pide Jesús en el Evangelio? Pide que le sirvamos; es decir, que le ayudemos a expandir el Reino por el mundo. Nos envía llevando la ternura, la compasión, el amor, la misericordia… su mandato no es para oprimirnos sino para que nos realicemos como personas creadas a imagen y semejanza de Dios. Él sabe que esto es lo que realmente nos permitirá sentirnos felices.

El hombre no puede realizarse si no descubre que su vocación principal es la Vida.  La vida con mayúsculas. En otras palabras, el hombre no puede llegar a ser feliz si su vida no depende de Dios, no para hacerle sumiso, sino para liberarlo del pecado que le tiene esclavizado.

Jesús nos mostró con su vida, que el camino para heredar la vida eterna está marcado por el servicio. Servir, servir amando. El camino del servicio no es fácil, sabemos que hay muchas incomprensiones y pocos agradecimientos, pero al final de la noche, te queda la satisfacción de que has hecho el bien. Se ama, y quien ama sufre. Pero ese sufrimiento  te transforma, te hace más fuerte y por tanto, persona.

Jesús terminó su vida amando hasta el extremo: muriendo en una cruz. Muchos pensaban que como persona había fracasado, pero no fue así, su entrega servicial, marcada por el amor, le resucitó, en definitiva le premió con la Vida eterna. Y esto es a lo que estamos llamados todos los cristianos, a entregarnos amando hasta el extremo para heredar la vida eterna, la vocación a la cual estamos todos llamados.  

Sab 2, 23-3, 9. La gente insensata pensaba que morían, pero ellos están en paz.

Sal 33. R. Bendigo al Señor en todo momento.

Lc 17, 7-10. Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.


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