Queridos amigos,
Hoy volvemos a escuchar el
texto de la viuda pobre. Aquella mujer que entrega todo lo que tenía para
vivir. Sería bueno que nos plateáramos una vez más qué cosas doy al
Señor. ¿Doy a Dios de lo que me sobra? O como la viuda pobre, entrego todo lo
que tengo por construir el Reino de Dios…
Dar, dar lo que hemos
recibido. Todo es don y gracia. Todo es regalo de Dios. Las personas van muy
aceleradas por la vida, sin disfrutar cada momento de la vida. Nuestra ofrenda
ha de ser la entrega apasionada por llevar la alegría que nace del Evangelio. Dar
todo lo que tenemos, desde nuestra pobreza, desde nuestras limitaciones… eso es
lo que realmente transforma, eso es lo que toca el corazón de Dios: “Sabed que esa pobre viuda ha echado más que
nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que
pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”
Esta pobre mujer ha
comprendido que la vida no se gana guardándola para sí, sino entregándola. Aquí
no se trata de ser ricos o pobres, se trata de comprender el valor real del
desprendimiento, de la entrega.
Dar todo lo que tenemos es
saber adaptarnos a las necesidades del otro, sin esperar nada a cambio. Dar todo
lo que tenemos es compartir la felicidad con quienes están felices, sentirse
afectado con quien está triste, solo, abatido. Es llorar con quien llora y reír
con quien ríe.
Jesús nos enseña con su muerte
la mayor entrega acontecida por la humanidad. Nuestra vida debe entrar en esta dinámica
de entrega. Estamos llamados a ser testigos de Cristo, el Hombre que con su entrega trasformó
la humanidad caída por el pecado.
Queridos amigos, que el
ejemplo de la viuda pobre, y el ejemplo de tantas personas que a lo largo de
nuestra vida nos han enseñado a entregarnos apasionadamente por los demás, sean
para nosotros motivo de reflexión a lo largo de este día, para que sepamos entregarnos
desde el amor que viene de Dios.
Dan 1, 1-6. 8-20. No se encontró a ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías.
Salmo: Dan 3, 52-56. R. A ti gloria y alabanza por los siglos.
Lc 21, 1-4. Vio una viuda pobre que echaba dos reales.
Dan 1, 1-6. 8-20. No se encontró a ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías.
Salmo: Dan 3, 52-56. R. A ti gloria y alabanza por los siglos.
Lc 21, 1-4. Vio una viuda pobre que echaba dos reales.
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